El trípode

Una Europa «desde el Atlántico hasta los Urales»

Europa tuvo la oportunidad histórica de hacer realidad el proyecto de De Gaulle al desaparecer la URSS de «una Europa desde el Atlántico hasta los Urales», que hubiera creado un orden tripolar de ella con EEUU y China.

Hoy se cumplen exactamente tres años del comienzo de la «operación militar especial» ordenada por Putin sobre Ucrania, previo acuerdo con Xi Jinping, firmando en Pekín un tratado bilateral de cooperación en el que abogan por un nuevo orden global «multipolar». Y dando en su redacción por terminado no solo el orden geopolítico bipolar surgido de la Segunda Guerra Mundial en 1945, sino el que le sucedió en 1991 que pasó a ser «unipolar» con la desaparición de la URSS. Esa «multipolaridad» propugnada resulta evidente, a día de hoy, que es «tripolar», añadiendo a los consignatarios de dicho Tratado –China y Rusia–, a EEUU.

El correspondiente «polo» ruso, empezó a definirse por Putin nada más regresar a Moscú tras esa firma, dando comienzo a la guerra en Ucrania, para definir su «zona de influencia» en la frontera europea como reivindican las superpotencias. Ese nuevo orden tripolar, coloca a la UE en una posición marginal, consecuencia de haber aceptado colocarse de hecho en esa situación, al haber renunciado a garantizar su propia defensa, delegándola en los EEUU a través de la OTAN.

Europa tuvo la oportunidad histórica de hacer realidad el proyecto de De Gaulle al desaparecer la URSS de «una Europa desde el Atlántico hasta los Urales», que hubiera creado un orden tripolar de ella con EEUU y China. Bill Clinton y sus sucesores jugaron astutamente sus cartas en aquel momento, garantizando al líder ruso Boris Yeltsin que no tratarían a Rusia como a un potencial enemigo (como era la URSS), y que, por tanto, pese a que la OTAN no se disolvería, tampoco se ampliaría hacia su frontera. Todas esas promesas han sido incumplidas, y nada menos que incorporando a la Alianza Atlántica a todos los países miembros del Pacto de Varsovia –la «OTAN comunista»- que constituían la anterior «zona de influencia» europea de la URSS y que pasaron a considerar a su vecina Rusia como país enemigo. En cuanto a Ucrania, tiene una histórica vinculación con Rusia desde la fundación de la Rus de Kiev, estado medieval antecedente de la actual Ucrania y Rusia, mientras Crimea forma parte de esta última desde 1653. No aceptar «paz por territorios» como alegan algunos tan buenistas como desconocedores de la historia, obliga a recordarles que las actuales fronteras europeas fueron decididas en Yalta y Potsdam por los vencedores de la Guerra Mundial en 1945 y ratificadas en Helsinki. No estamos ante unos buenos «Zelenski y la UE» y ante unos malos «Putin y Trump», sino ante quienes poseen la fuerza, frente a quienes carecen de ella para poder defender sus respectivos intereses.