Tribuna

Feijóo debe una explicación a los españoles

Bien harían los dos grandes partidos en pensar en los españoles y en coordinar respuestas conjuntas serias al problema español

César Giner Parreño
Feijóo debe una explicación a los españoles
Feijóo debe una explicación a los españolesBarrio

Hace unos años el PSOE se partió y desconectó con una parte importante de la sociedad española. Desde entonces ha sido incapaz de ganar claramente unas Elecciones Generales con las mayorías de antaño, y ha sostenido a un gobierno que funciona como un instrumento de gestión de poder a capricho de unos oportunistas que han pactado hasta con el mismísimo diablo; y, por lo que se va conociendo últimamente, algunos de esos oportunistas han contado con logreros y pícaros en esas covachuelas en la que se han convertido algunos ministerios del gobierno, unos Patios de Monipodio cervantinos, con sus Rinconetes y Cortadillos.

Más allá de la gestión del poder por el poder, el presidente Pedro Sánchez puede presumir de poco, carece de un proyecto político de gobierno. Y como se ha dicho certeramente, también le ha hecho la taxidermia al PSOE, resultando en una organización inerte con escasa capacidad de debate político. Hechas las sumas y las restas, puede afirmarse que Pedro Sánchez es un gobernante desafortunado, y se ha convertido en el máximo representante de la caquistocracia como gobierno de los peores que dirige a un país, en este caso, a España.

Aquella ruptura y desconexión del PSOE con la sociedad española se fraguó en las famosas primarias de Susana Díaz y de Pedro Sánchez. En realidad, se enfrentaron dos formas de entender al partido socialista. De un lado, la de Susana Díaz, con un perfil moderno y europeísta, orientado a buscar lo que se veía con naturalidad en otros partidos socialdemócratas y conservadores europeos, los grandes pactos entre ellos, en nuestro caso de los socialistas con el centro-derecha en España representado por el Partido Popular. Pactos necesarios para hacer las reformas que necesitaba el país, algunas de profundo calado que exigían grandes mayorías parlamentarias. El enfoque de Susana Díaz entroncaba bien con el perfil pactista de la sociedad española que tuvo sus máximas manifestaciones en los Pactos de La Moncloa y en la propia Transición democrática. Y diría que ligaba bien con el quehacer cotidiano de los ciudadanos españoles, alejados de la bronca, y propensos a tomar sus vinos y cervezas con los vecinos del lugar, más allá del credo político de cada uno.

Y, de otro lado, el enfoque vencedor de las primarias del partido socialista, protagonizado por Pedro Sánchez, que cogió la mochila y el coche para remover las tripas y la bilis de los militantes de toda España con el mensaje populista y facilón: con la derecha ni a por agua. Creó la marca del «No es No» para levantar un muro a la derecha española, pero no tuvo empacho en pactar con la catalana y la vasca, ni con otros partidos nacionalistas y centrífugos de la izquierda. El programa era y es el poder, a costa de retorcer el ordenamiento jurídico español desde su exigua minoría e implantar una política de privilegios políticos y económicos sin parangón para una organización socialista y española.

Bien miradas las cosas, los dos partidos que han dirigido a España desde la Transición política se han empeñado en apartarse recíprocamente, buscando siempre los apoyos periféricos y renunciando a construir una España moderna y sin privilegios desde la más amplia mayoría social de la que han dispuesto reiteradamente. Alguna justificación menor podría tener el asunto cuando los nacionalismos mostraron lealtad y colaboración con el Estado, aunque se ha comprobado que unos y otros tiran al monte cuando entienden, quizás erróneamente, que el Estado es más débil. Hace escasos años en Cataluña los nacionalistas han alcanzado el máximo grado de paroxismo frente al que el Estado ha respondido con eficacia aplicando la Ley, mientras Pedro Sánchez ha actuado siguiendo el paradigma del complejo de Penélope: tejió cuando le convino una respuesta sólida al nacionalismo irredento, y destejió con embustes otorgando relevancia a un falso Ulises, que nunca va a regresar, y que a la menor oportunidad volverá a repetir una improductiva odisea separatista.

Y si hay una mayoría social que el PP y el PSOE aglutinan electoralmente, resulta insensato otorgar la relevancia al irrelevante: los Puigdemont y compañía tienen el valor que la mayoría parlamentaria del PP y del PSOE les quiera conferir. Bien harían los dos grandes partidos en pensar en los españoles y en coordinar respuestas conjuntas serias al problema español. Siempre con los oídos abiertos hacia todas las organizaciones con representación parlamentaria, pero con la firme voluntad de no hacer Estado con quien no cree en él.

No obstante, los últimos movimientos políticos del Partido Popular vuelven a generar preocupación. Parece obstinado en golpear a Sánchez con los mismos que tumbarían al Estado español, y, por ello, Alberto Núñez Feijóo, presidente de los populares, debe contestar claramente a varias preguntas: ¿cuál es su proyecto político y su visión de España? ¿Hasta dónde pretende llegar con sus acuerdos con los nacionalistas catalanes y vascos de derechas? ¿Va a repetir los errores del presidente Sánchez, o de una vez por todas serán capaces los populares de buscar grandes consensos con los socialistas?

Se han ensayado diversas fórmulas políticas de cooperación entre los partidos políticos en España. Más allá de los grandes acuerdos de la etapa de la Transición, la voluntad de diálogo entre los dos grandes partidos nacionales está por ensayar y contrastar. Es bastante posible que haya llegado ese momento. Alberto Núñez Feijóo debe una explicación a los españoles.

César Giner Parreño es exdiputado PSOE-M y Profesor Titular de Derecho mercantil de la Universidad Carlos III de Madrid.