
Ventanilla única
El gafe que persigue al gafe
Los conspiranoicos apuntan al cenizo que provoca el presidente
No quiero ser gafe, pero me da que el gafe persigue al gafe. Para el diccionario de la RAE gafe es un adjetivo que define a una persona que trae mala suerte. Un cenizo, un aguafiestas, un malasombra. No digo yo que Pedro Sánchez sea todo eso, válgame el Cielo, pero la concatenación de acontecimientos hostiles y de una gravedad desconocida hasta ahora empieza a oler a chamusquina desde que el líder del PSOE asumió el cargo de presidente del Gobierno. Identificar a un gafe es harto complicado y nunca se sabe a ciencia cierta si el gafe es uno mismo o es otro que llevamos al lado y que nos causa la mala suerte a nosotros y a quienes nos rodean. Una situación que se amplifica si tu cargo es el del presidente de España, o de al menos de una parte, de los españoles supuestamente progresistas que él asegura representar.
Primero nos golpeó la terrible pandemia del covid-19; a continuación llegó la histórica tormenta de nieve, frío y viento de Filomena, que ni los más viejos del lugar habían visto en su larga vida; el volcán de Cumbre Vieja de la isla de La Palma volvió a entrar en erupción tras cinco décadas de calma; España cerró 2022 como el peor año de incendios forestales, con cuatro de cada diez hectáreas quemadas en la UE en suelo español, hasta 310.000 hectáreas calcinadas; huracanes y mangas marinas apenas vistas por estos lares; temperaturas de calor extremo, con olas saharianas que se suceden una tras otra cuando antes apenas había una o dos al año...
Los más conspiranoicos apuntarían su mirilla telescópica a la diana de Sánchez como chivo expiatorio de todas las gafadas que se le acumulan en sus diferentes mandatos. Los que no creen en manos negras se limitan a echar la culpa al cambio climático o a los experimentos científicos fuera de control. La lógica nos dice que es el tiempo el que marca el paso de las desgracias, y cuanto más tiempo seas responsable de llevar las riendas más posibilidades tienes para acumular errores y desgracias.
También los amantes del conciliábulo, de las confabulaciones y de las conjuras se atreven a extender ese gafe al ámbito estrictamente político. A nadie se le escapa que todos los que han estado cerca o alrededor de Pedro Sánchez demasiado tiempo han terminado esquilados, escaldados, emplumados o, directamente, desechados y «asesinados» políticamente
Le pasó a Podemos, que ha acabado en el Grupo Mixto, con su líderes quemados, apartados o simplemente fuera de juego; le pasó a ERC, que está fuera del Govern catalán y con Junts haciéndole el sorpasso entre los acólitos independentistas; le está pasando a Sumar, que tras el «caso Errejón» su futuro está más que en el aire; también para su líder, Yolanda Díaz, con su imagen quemada y su prestigio entre las clases populares en duda. Pablo Iglesias, Monedero, Echenique, Ábalos, Lastra... todas víctimas políticas de Sánchez o de su gafe.
En la primera década del siglo XIX estaba en el culmen de su poder Manuel Godoy, primer ministro de Carlos IV, despreciado por el pueblo por su arribismo y por sus intentos de reforma por imposición, y odiado al responsabilizarle de las desgracias que asolaron nuestro país bajo su mando. Godoy vivió motines y protestas sin fin hasta su salida por la puerta de atrás. Algunos ya comparan maléficamente ambos mandatos.
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