Editorial

Los gobiernos siguen; Vox se desangra

Vox ha decidido convertirse en parte de ese buen puñado de siglas que le precedieron en la lenta agonía de los proyectos que dejan de ser útiles a los españoles hasta traicionar incluso sus propios orígenes y principios

Los gobiernos autonómicos en Aragón, Castilla y León, Comunidad Valenciana, Extremadura y Murcia han actuado con celeridad y eficacia en su reorganización después de la espantada de Vox. Se ha procedido sin prisa, pero sin pausa, con el tono adecuado, sin aspavientos y en sus justos y prudentes términos. De la deriva hostil de la dirección nacional del partido del logo verde contra el Partido Popular, acentuada tras sus menguantes apoyos electorales en convocatorias clave, se podía intuir ya cualquier maniobra hostil y definitiva como la ruptura abrupta e inopinada de unos ejecutivos que habían acumulado un positivo bagaje en la gestión. La firmeza y eficiencia con las que los barones de las administraciones afectadas se han desempeñado en una coyuntura delicada ha contrastado con la sacudida sobre las estructuras de Vox, con disidencias y renuncias en un clima de convulsión inocultable bajo la acentuada deriva caudillista que está provocando estragos, incertidumbre y desorientación. La decisión de Abascal y la camarilla de la calle Bambú ha sido inexplicada e inexplicable para cargos del partido, que se han desmarcado de la misma especialmente en Castilla y León y Extremadura, aunque no solo. Ha sido la respuesta consecuente de aquellos que han trabajado de buena fe en la primera línea de las comunidades afectadas y que no estaban dispuestos a compartir la inobservancia y la deslealtad con los compromisos alcanzados con los ciudadanos por razones inconfesables. Porque el argumento oficial de los menores inmigrantes no acompañados era y es sencillamente ridículo e increíble, y no lo mejoró la comparecencia súbita y sin preguntas del presidente del partido que pretendía comunicar una decisión «histórica». Vox ha decidido convertirse en parte de ese buen puñado de siglas que le precedieron en la lenta agonía de los proyectos que dejan de ser útiles a los españoles hasta traicionar incluso sus propios orígenes y principios. En realidad, la crónica de los últimos tiempos del grupo ultraconservador la ha escrito la purga de los notables protagonistas del éxito pretérito que no compartían el viraje y las nuevas capillitas de gerifaltes con timbres sectarios y agitadores, que han acabado incumpliendo el contrato social con los ciudadanos de las regiones que cogobernaban y han alistado a la formación en la nómina de socios de Putin en Europa. Del éxito al fracaso, hay pocos pasos, que suelen precipitarse cuando los intereses particulares priman sobre todo lo demás. Para el PP, el contratiempo no es menor, pero ni la estabilidad parlamentaria ni la gobernabilidad son una misión imposible, aunque no sobrarán esfuerzos. El PSOE, por supuesto, no lo pondrá sencillo. Tras la desbandada de Vox que tanto bien le ha hecho en un instante crítico, anda exigiendo a Feijóo credenciales de demócrata, actos de contrición, derogación de leyes, el fin de los gobiernos locales en coalición... Y lo hace el gobierno más corrupto e indigno, el socio de proetarras, comunistas, xenófobos ultras y golpistas.