Cuartel emocional

Hibernar o bailar flamenco

Vivimos presos y casi muertos a manos de un pirata que ni gobierna ni legisla

Ante el panorama que se nos presenta, lo mejor es ponernos a hibernar o a bailar flamenco, es igual, el caso es no enterarnos o no hacer mucho caso a lo que está ocurriendo. Los nacionalistas y los filoterroristas tienen a Sánchez el guapo –como dice Almodóvar, ¡qué pena que el único mérito que aporte sea una guapura de aldea, de verbena de aldea, como decía mi padre!-, agarrado por la entrepierna. Muchos hombres se dejan agarrar la entrepierna, les pierde la entrepierna y, ya se sabe que como dice mi amiga S. F. de C., el que con putas se acuesta puteado se levanta, y hoy tenemos esa máxima más delante de los ojos que nunca. Por Sánchez, el guapito de aldea, y por alguien que merece mucho más respeto, aunque los teleobjetivos traidores se le hayan metido hasta el mismísimo catre en pleno coito.

Sánchez siempre va a tener a los sucios socios de su lado, porque nunca van a tener semejantes concesiones, no hay cabeza que lo conciba ni cáliz que lo contenga, como en el “Llanto por la muerte de Ignacio Sánchez Mejías”, de Lorca, ese poema que es la percepción pura de la muerte, como la que tenemos hoy los españoles de la muerte de nuestro país, que es grande, sí, único, también, pero ya no es libre. Vivimos presos y casi muertos a manos de un pirata que ni gobierna ni legisla, sino que rompe en mil pedazos un territorio que no es suyo, pero que lo maneja con maldad para no apearse del pódium del poder. Nunca perderá los apoyos de quienes no han cesado de derramar sangre por el odio –la sangre derramada, los cuarteles bombardeados, los cuerpos despedazados, los tiros en la nuca-, y, porque, en realidad, son ellos los que están gobernando, marcando las pautas a seguir. Y ese ministro de interior, otrora azote de los asesinos de ETA, ¿con qué cara asume ahora esta rendición? ¿con qué cuajo nos empuja a todos hacia la inseguridad y la falta de respeto a las autoridades policiales? No sé si preferimos esto o las trampas de Begoñez, que cuando la iban a pillar en otro de sus desfalcos, el del software creado por una serie de empresas para la cátedra de la Complutense y que había acabado inscrito a nombre de ella en la Oficina de Patentes y Marcas, va y desaparece como por arte de magia. Claro, la magia que obra un ingeniero informático haciendo maravillas según convenga a ella y su desprestigiado (pero guapo… de aldea) marido, cuando van a ser otra vez investigados en una nueva tropelía. Compadezco al pobre juez Peinado, de seguro que no imaginaba este devenir de su profesión cuando estaba opositando. Me gusta la frase del director de la RAE, Muñoz Machado, cuando dice que “el problema de los políticos no es el lenguaje claro, sino el ocultamiento de los hechos”, o sea las filfas, las trampas, los embustes. Véase al bueno de Ábalos, que tiene una labia estupenda y hace un buen uso del idioma para disimular la insidia, el engaño y el enredo. Ojalá un día tuviera el valor de largar por esa boquita y mandarlos a todos al trullo. Hasta entonces, ya digo, lo mejor es la hibernación o el flamenco.

CODA. De nuevo Mohamed Al-Fayed en esta coda, estas últimas líneas para desengrasar la amargura, aunque, en este caso, la cuestión es penosa también. Yoda, que así lo llamaba la cursi Lady Di, quería acostarse también con la princesa, novia de su hijo. Lo cierto es que a ella le rechiflaban los regalos que recibía de Harrod’s. Normal, a mí también me gustarían, pero algunas nos conformamos con ir vendiendo en Vinted, haciendo sitio en el armario y sacando unas perrillas para comprar otras zarrias suficientemente dignas. Y esta movida, amiga mía, nos da una libertad que ella no tuvo y que la sujetaba a Yoda, no al de la Guerra de las Galaxias, sino al de los almacenes londinenses.