
Cuartel emocional
La historia apócrifa
Esta panda de farsantes y de embusteros no pueden venir a contarnos desde el Centro de Arte Reina Sofía que la democracia vino con la serena muerte de Francisco Franco
Ahora va este tío engreído y nos quiere contar la historia más reciente de España, cuando él no la ha vivido por cuestión de calendario; nos quiere relatar un período glorioso en que el Rey Juan Carlos I hizo evolucionar al país poco a poco y sin mayores traumas hacia una Europa moderna donde, hasta entonces, se nos había dado la espalda; hacia una convivencia entre partidos de derecha, centro e izquierda como nunca había sucedido, de tal forma que llegó el momento en que, periódicamente, en el restaurante Club 31 de Madrid, en la calle Alcalá, se reunían Manuel Fraga Iribarne, el profesor Tierno Galván y Santiago Carrillo. Que venga alguien a decirme si en este trío de comensales había algún tipo de crispación, como la que hoy existe. Me sobran datos para rebatirlo, porque había un cuarto comensal como testigo: el Senador por designación Real Camilo José Cela, quien más tarde fue mi marido. Así que esta panda de farsantes y de embusteros no pueden venir a contarnos desde el Centro de Arte Reina Sofía que la democracia vino con la serena muerte de Francisco Franco porque fue bastante más tarde cuando se produjo un cambio progresivo, sin traumas y sin refriegas que pudieran dañar la convivencia del país. Así es y así debemos enseñarlo a nuestra descendencia con tanto orgullo como veracidad, y sin la presencia embustera de un cineasta que entonces ni siquiera lo era, el tal Almodóvar, tiparraco subvencionado y sectario, ni de un adefesio indefinido cantando lo que en su tiempo fue todo un himno, “Libertad sin ira”, en versión robótica e indescriptible, cuyo intérprete primigenio la calificó de grotesca, patética y desvirtuada. Un atentado contra la música en general y contra aquella canción del grupo Jarcha que resultó ser casi un salmo que liberaba las mentes y las expresiones como antes nunca se había hecho.
Pero no nos atasquemos en lo apócrifo, en lo falso o en lo fraudulento, porque lo es todo en estos momentos del país en que solo nos queda la alternativa resistir (el que resiste, gana), hay tantas cosas jocosas que comentar que se nos quedaría corto este espacio de los domingos –por otra parte bastante flexible, cosa que se agradece-. No podemos pasar por alto el “no pasarán” de una rediviva Pasionaria encarnada en Marisú Montero, que la convierte todavía más en personaje burlesco, risible, caricaturesco, ridículo, estrafalario, me faltan adjetivos, pobre mujer, lo que es la estupidez humana que nos mueve a actuar de formas impensables por un poquitín de poder, por cuatro modelitos diferentes que saca en los actos públicos y por cuatro perras gordas que, ni la sacarán de pobre ni la harán llegar al nivel de la Koplowitz. Pero ahí está, peleando por el PSOE de Andalucía, sustituyendo al bueno de Espadas (me pregunto, por cierto, qué puesto le habrá ofrecido Sánchez para dejar vacante la candidatura a Andalucía con una sonrisa en la boca, lo mismo que el de Castilla y León).
CODA. Según un informe los jóvenes japoneses no quieren morir por trabajar demasiado. Y yo añado, los españoles tampoco. Es tan ínfimo el esfuerzo que hacen y son tan altas sus aspiraciones (viajes, cenas, coches, pisos), que quienes trabajan demasiado son los padres para que mantengan el nivel, en detrimento del de los propios progenitores. En ese sentido la guardiamarina Leonor de Borbón está dando ejemplo en el Juan Sebastián Elcano donde ayer comenzaba su instrucción durante seis meses, compartiendo camarote con otras cuatro más, subiendo y bajando de los palos, arriando velas, vomitando por la borda y comiendo rancho, bien ajena a los privilegios de su condición e imitando lo que en su día hicieron su padre, su abuelo y su bisabuelo, como bien se ve en una foto que todos tenemos en la mente. Lástima que la imagen no se pueda repetir, como sería deseable.
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