Bonus Track

Historia

Quienes labran la ruina –general, y la suya propia–, ensueñan ridículamente con la historia sin darse cuenta de lo que son en realidad

Incontable la ciudadanía harta, asqueada del panorama político, y (del consecuente) social, económico. Aunque muchos, también, hace tiempo que se negaron a saber, oír o hablar, por temor a «darse cuenta» de la situación y, por tanto, tener que cuestionarse sus creencias, filiaciones políticas, voto… Excepto frikis de los medios de comunicación, que alucinan como niños drogados con estimulantes de uso veterinario, adictos al ciberanzuelo, creyentes ideológicos muy cafeteros y, claro, enchufados y demás groupies que viven de aplaudir como focas cualquier desmán que se les ocurra a sus amos, pocos están disfrutando con lo que pasa. Malgobiernan ideas propias del Fumi de Morata, personaje de José Mota que se levanta «a las 14 horas, hinchado de dormir. Su madre le hace la cama y su padre la comida. Ahí, a eso de las 5’30 se pega una siesta…, gorda. ¡Cómo será la siesta que se levanta hasta con jet lag!» Pues como si mandaran el Fumi y su mara. «Yo canto mi rumbita, de noche y de día…» Élites que solo piensan en sí mismas y sus sillones aforados, que no trabajan para el bien común, sino que se pirran por los bienes más comunes (poder, dinero, influencia). Época que semeja una mezcla del tiempo de Fernando VII y la I República, pero con wasap, mix lapidario de locura, codicia, estupidez y bufonería. Y lo más patético es que, los protagonistas del disparate, mientras toman decisiones que afectan a las vidas de millones de personas, a quienes condenan, no al paro: ¡al parón vital y económico!, por no hablar del cortocircuito mental que supone ver sus creencias en cuestión, su identidad ideológica arrastrada por el fango…, mientras hacen todo eso están pensando en «pasar a la historia». Ahí es nada. Quienes labran la ruina –general, y la suya propia–, ensueñan ridículamente con la historia sin darse cuenta de lo que son en realidad. Porque si hoy nadie sabe quién fue Raimundo Fernández Villaverde, imagínense cuántos sabrán dentro de un siglo quiénes fueron estos que hoy, sin embargo, nos tienen bien jod*d*s.