La situación

La ingenua esperanza europea

«No importa lo que es, sino lo que se dice que es. Y en esto, Moncloa gana y el PP pierde. Siempre»

Pedro Sánchez perdió las elecciones del 23 de julio (121 escaños del PSOE, frente a 137 del PP). Pero aquella noche, los socialistas montaron un escenario en la sede de Ferraz para celebrar su victoria. Es un caso inédito en democracia. La maquinaria de agitación y propaganda sita en el Palacio de La Moncloa dio una muestra más de su conocido virtuosismo creando hechos alternativos a los verdaderos. Si usted tiene el interés necesario y pregunta a su alrededor, seguro que buena parte de la gente le dirá que las elecciones las ganó Sánchez. Hay que reconocer que los operarios de esa maquinaria al servicio del presidente son insuperables. Y perduran gracias a la gran ventaja de que el PSOE se sienta cómodo aceptando el apoyo de un prófugo y entregándole, a cambio, la amnistía.

El PP, con serios problemas para levantar cabeza desde entonces, tiende a caer en cada posible error que encuentra por el camino. Uno de ellos ha sido confiar en que Europa dejaría a Sánchez en mal lugar. Es posible encontrar una candidez como la del PP, pero no es fácil.

Así, los populares se empeñaron en recurrir a la Comisión de Venecia, en la infundada esperanza de que desacreditaría la amnistía por completo. Como era obvio, eso no ocurrió: desacreditó la ley en buena medida, pero a los virtuosos monclovitas de los hechos alternativos les servía con que dos o tres de los 118 puntos del informe fuesen interpretables a su favor para salir en tromba a tutelar la tendencia de los medios de comunicación y conseguir que sus afines fijaran ante la opinión pública la especie –radicalmente falsa– de que «la Comisión de Venecia avala la amnistía». No es así, pero no importa lo que es, sino lo que se dice que es. Y en esto, Moncloa gana y el PP pierde. Siempre.

Es de una ingenuidad conmovedora pretender que una institución europea va a repudiar al gobierno de un país miembro. El PP debería saberlo, pero sus dirigentes son pura inocencia, comparados con la irreductible trituradora que Sánchez tiene bajo su mando.