
Y volvieron cantando
Inmigración y Europa «estupenda»
Es desalentador contemplar cómo desde la Europa del norte se cuestiona sin ir más lejos la acción de la Guardia Civil en nuestra Europa del sur, sin medios materiales ni humanos en aguas del Estrecho
Allá por finales de los noventa, la Unión Europea percatada de la gravedad que supondría a medio y largo plazo la ola de inmigración ilegal hacia sus fronteras convocó una cumbre monográfica –el histórico Consejo de Tampere– que se supone sentaría las bases para una línea de actuación coordinada entre los socios. El encuentro al más alto nivel y sus conclusiones quedaron en agua de borrajas, sencillamente porque no supo verse que lo que se nos venía encima no era una ola sino un tsunami. Desde entonces, la política de inmigración en la UE ha sido un verdadero y auténtico despropósito, propio de una comunidad en la que no todos los socios sufren el problema con la misma intensidad. Es desalentador contemplar cómo desde la Europa del norte se cuestiona sin ir más lejos la acción de la Guardia Civil en nuestra Europa del sur, sin medios materiales ni humanos en aguas del Estrecho, mientras se da buena cuenta de un sándwich de salmón en algún café de Copenhague o Estocolmo.
El grave problema que especialmente en verano suponen las avalanchas de inmigrantes ilegales, sobre todo en las costas de Canarias o en Ceuta y Melilla se corresponde, por mucha demagogia que se le quiera añadir, con la lógica petición que hace días cursaba el presidente del PP Núñez Feijóo a la presidenta de la Comisión, la también popular Ursula Von der Leyen, a propósito de la situación insular en la que el problema de los menores no acompañados es solo punta de iceberg. Tampoco parece ayudar la política de confundir entreguismo con acercamiento en las relaciones con Marruecos. El pasado año ese giro dio frutos, pero en 2024 tal vez con la mayor influencia del efecto llamada nos hemos convertido en el segundo país de la UE con mayor número de inmigrantes ilegales procedentes de fuera de las fronteras continentales. La modernización de medios incluida la inteligencia artificial para evitar masivas avalanchas descartada la inhumanidad de las concertinas es un paso técnico que no puede dejar de ir tutelado por políticas mucho más firmes, coordinadas y solidarias además de comunes, desde el golfo de Tarifa hasta la Rovaniemi finlandesa de Papá Noel. Todo lo demás se acabará pareciendo a esa Europa desestructurada cultural y socialmente que ya vemos en barrios de París, de Bruselas o de la propia Barcelona. Más voluntad y menos localismos.
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