Sin Perdón
El inquietante paralelismo entre Sánchez y Trump
«El desprecio por las convenciones propias de una democracia y el respeto a los rivales es algo que les une»
La izquierda política y mediática ha criticado el sistema de gobierno de Trump. Es fácil descalificarlo, porque es un político que cae mal en Europa. No solo a los pijos progres y los radicales antisistema, sino también a una buena parte del centro derecha. Nos molesta que quiera reducir el déficit presupuestario de Estados Unidos y obligarnos a incrementar el gasto de defensa, así como que aplique medidas proteccionistas para equilibrar su balanza comercial. Los estadounidenses nos caen bien, siempre y cuando soporten la mayor parte del gasto de defensa, tanto en hombres como en armamento, y tengamos un déficit comercial positivo. Por cierto, olvidamos las medidas proteccionistas que aplica la Unión Europea siempre que quiere o la complejidad de las políticas agrarias. Todo el mundo conoce el famoso cheque británico, que era el mecanismo permanente de corrección en beneficio del Reino Unido que se acordó en el Consejo Europeo celebrado en Fontainebleau en 1984. Había que devolverle dos tercios de la diferencia entre lo que percibía del presupuesto y lo que aportaba a título de recursos IVA y RNB.
Los británicos eran tan europeístas que acabaron apoyando el Brexit sin importarles el chollo del cheque. Los países más poderosos imponen actualmente sus condiciones y no se hace nada que no complazca al eje franco-alemán, aunque no siempre se llevan bien. El fuerte nacionalismo de los países que conforman la Unión es tanto su riqueza como su debilidad. Hay un problema grave de liderazgo que se ha visto agravado por las diferentes crisis económicas y políticas que se han sucedido. A esto hay que añadir que el nivel de los líderes es muy bajo. No solo académicamente, sino, sobre todo, en su capacidad real de liderazgo. Es un tiempo en que florecen los mediocres. No hay margen para el optimismo con personajes como Von der Leyen, Macron, Sánchez o Lagarde, por citar algunos ejemplos, al frente del timón. Cualquier persona que conozca la historia de Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial quedará desolada constatando esta triste realidad. Es un tiempo propicio para el gobierno despótico, algo que no es incompatible, desgraciadamente, con una democracia. Nos hemos acostumbrado a determinadas actuaciones que deberían provocar la caída de cualquier gobierno y que se justifique la mentira como un cambio de opinión.
Al igual que sus antecesores, Trump está utilizando las órdenes ejecutivas para gobernar. El paralelismo con Sánchez es más que evidente. En los dos casos es perfectamente constitucional, aunque igualmente criticable cuando se producen excesos. Washington emitió la primera el 8 de junio de 1789 y estaba dirigida a John Jay recabando información de cada uno de los departamentos en un momento en que se estaban estableciendo y consolidando las estructuras del gobierno federal. Es cierto que algunos autores consideran que fue la proclamación de neutralidad en 1793, aunque creo que es más acertado que la primera fue la de 1789. Es un instrumento que se fundamenta en el Artículo Segundo de la Constitución e inicialmente no tenía una forma fija. Por ello variaban en su forma y contenido. Desde entonces se han promulgado más de 13.000. Hay que señalar que no existe una ley que las desarrolle y ahora se tienen que publicar, a diferencia de lo que sucedía en el pasado. Han ido evolucionando a lo largo del tiempo. Roosevelt emitió 3.721 y afectaron a materias muy controvertidas hasta el extremo de que hoy nos parecería una forma de gobernar excesiva e incluso autoritaria. Hay que recordar que después de su presidencia se estableció, acertadamente, la limitación de mandatos. Estas directrices tienen fuerza de ley sin pasar por el Congreso y es una forma de gobernar directamente, aunque con una serie de limitaciones. A diferencia de lo que sucede en España, se respeta el Estado de Derecho y la separación de poderes, ya que existe un sistema de equilibrios que ha impedido, por lo menos hasta el momento, que alguien pueda actuar con el despotismo de Sánchez. Es cierto que la deriva de Trump es inquietante.
A pesar de ello, la Justicia y el control de constitucionalidad del Tribunal Supremo pueden impedir cualquier despropósito. Ningún presidente de los Estados Unidos ha nombrado personajes de tan baja cualificación profesional o académica como estamos sufriendo con la mayoría progresista del Tribunal Constitucional. Por supuesto, todos tienen una ideología, pero respetan la Constitución de los Estados Unidos y el Estado de Derecho. No sería posible la existencia de un Conde-Pumpido dispuesto a constitucionalizar la escandalosa compra de una presidencia del Gobierno a cambio de una amnistía. Se podrá estar o no de acuerdo con las decisiones de su Tribunal Supremo, pero son juristas de reconocido prestigio y no lacayos al servicio del poder. Otra cuestión es que sus decisiones puedan irritar a los republicanos o a los demócratas.
Una orden ejecutiva puede cambiar las políticas internas del gobierno federal, establecer prioridades en la aplicación de las leyes, cancelar órdenes anteriores, gestionar las relaciones exteriores de forma limitada, modificar el funcionamiento de las agencias federales y comisiones. En cambio, no puede crear nuevas leyes o anular las existentes, ir en contra de la Constitución ni de las leyes, asignar fondos que no hayan sido aprobados por el Congreso o violar los derechos constitucionales. Las órdenes ejecutivas pueden ser bloqueadas por los tribunales o anuladas por el Congreso, aunque es difícil. A Trump y Sánchez les gusta gobernar al margen del Poder Legislativo y utilizando las órdenes ejecutivas o los decretos leyes con un despotismo que resulta tan escandaloso como inquietante. Ese desprecio por las convenciones propias de una democracia y el respeto a los rivales es algo que les une, aunque los sanchistas sean incapaces de criticar a su líder mientras lo hacen con el presidente de los Estados Unidos por utilizar con desmesura un instrumento constitucional.
Francisco Marhuenda. De la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España. Catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)