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Opinión

El fascismo es la amenaza de la democracia

Es en tiempos de crisis y dificultades cuando el autoritarismo encuentra terreno fértil

Protesta antifascista Kiko HuescaEFE

Sabemos que es en tiempos de crisis y dificultades cuando el autoritarismo encuentra terreno fértil. En la desigualdad es donde la ultraderecha encuentra su caldo de cultivo para trasmitir el rabioso virus del extremismo y la polarización. Hoy, cuando aumentan en el planeta las desigualdades sociales y la incertidumbre, el fascismo vuelve a asomar la cabeza disfrazado de «patriotismo», «orden» o «libertad de expresión». Frente a esto, los gobiernos de España, Brasil, Colombia, Chile y Uruguay han instado a dar una alternativa frente a los movimientos reaccionarios para profundizar en la paz, la igualdad, la justicia y la cohesión social. Pronto se sumarán México, Canadá, Australia, el Reino Unido o Sudáfrica.

Preservar la democracia es una tarea que no conoce de idiomas o de acentos, sino de principios, valores y convicciones. Que nadie se equivoque, el fascismo no es una simple ideología más dentro del debate democrático. Es la negación misma de la democracia. Preservar la democracia es una tarea política que trasciende las urnas y los votos, e implica fortalecer las instituciones democráticas y el multilateralismo; combatir la desinformación, también a nivel digital para que los algoritmos no manipulen las opiniones de la ciudadanía, y reducir la desigualdad.

La historia ya nos mostró a dónde conduce el fascismo: genocidio, represión, guerras, hambre y muerte. El fascismo promueve el odio al diferente, ya sea por su origen, religión, orientación sexual o ideas políticas. Rechaza el pensamiento crítico, glorifica la violencia y busca imponer una visión única del mundo, anulando cualquier forma de disidencia y sometiendo especialmente a las mujeres. Ya lo dijo Federica Montseny: «Ahora no somos ni socialistas ni anarquistas ni comunistas ni republicanos. Somos todos antifascistas, porque sabemos lo que representa el fascismo». Ser antifascista no es una postura radical, es una responsabilidad ética y de profunda defensa de la democracia. Una deuda con la historia de la humanidad. La respuesta frente el odio fascista es democracia siempre.

(*Carmen Montón es embajadora de España ante la OEA y la OPS. Exministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social)