El buen salvaje

La izquierda busca una «guerra civil» para ganarla

Cuando un fotógrafo nos pille, como Goya, a garrotazos, Óscar Puente igual tiene un nuevo amor. Pero el resto de los españoles tendrán un nuevo odio al que querrán tanto que le jurarán amor eterno

Óscar Puente solo sabe ganar partidos amañados. En cuanto sale del cuadrilátero tira la toalla del púgil hastiado de ser lo que no es. Lo que le pasó en el Ave no es que esté bien, pero, si lo que se quiere es circo, tampoco estuvo tan mal. No llegaron a ciscarse en su familia, Óscar cogió el tren sin ponerse vaselina y así no hay manera honrada de que te partan la cara y, además, bien mirado, el Ave solo acumuló veinte minutos de retraso. Pregunten a los que cogen el tren en Extremadura sin que medie ninguna polémica más que la del aburrimiento de no llegar nunca. Si lo de Óscar Puente sucediese en los trenes de Extremadura, los retrasos tendrían un sentido, ridículo o épico, pero un sentido.

Lo que está pasando, lo que va a pasar, es que habrá otros Óscar Puente, tal vez menos «sexys», o, mejor dicho, que se crean menos «sexys» porque Óscar no es «sexy» sino que se lo cree, y habrá otros energúmenos, de izquierda o de derechas, qué más da. Si las derechas y las izquierdas ya no existen, pues imaginen lo que eso importará a la hora de analizar al energúmeno. El caso es que la política marrullera, mamporrera, que se lleva en el Congreso, traspasará su sudor a la calle y ésta se contagiará como la viruela del mono. Y entonces nos gritaremos por las calles y haremos mohínes de gorila, de macho alfa si no estuvieran prohibidos los machos alfa, nos daremos golpes en el pecho con la fuerza de los dos brazos: esa será la primera fase. Después, directamente la mandíbula se estrellará en un cuello frágil y joven, con ganas de enseñar las venas y podrá decirse que habrá estallado un enfrentamiento civil. De nuevo, pero de otra manera.

Nadie pensó que veríamos a los señores panzudos de los indultos cruzar la calle con orgullo, así que cualquier simulacro histórico que les cuente puede ser verdad, verosímil al menos. Si la astracanada del que se cree agredido en el Ave va a ser lo normal, el lenguaje empleado, el punto marchirulesco de tocárselos como Rubiales, qué se puede esperar de la calle más que no solo los imiten sino que los superen.

Cuando un fotógrafo nos pille, como Goya, a garrotazos, Óscar Puente igual tiene un nuevo amor. Pero el resto de los españoles tendrán un nuevo odio al que querrán tanto que le jurarán amor eterno. Seremos lo que a los tontainas de la izquierda no les gusta de los legionarios. Novios de la muerte. Esa es la ambición desmedida, a lo Tangana, del Frente Popular. Una nueva guerra civil de baja intensidad que pueda ganar con un par de tuits.