
Canela fina
Ladran, Ayuso, señal de que cabalgas
«Atacan a Ayuso, muchas veces de forma miserable, porque acompañan a la presidenta el éxito y los votos. Ladran, Isabel Díaz Ayuso, buena señal de que cabalgas»
He visto y escuchado las intervenciones de Isabel Díaz Ayuso durante las sesiones del Estado de la Región. A lo largo de mi dilatada vida profesional, más de setenta años de ejercicio del periodismo, noventa años de edad, he conocido a muy pocas mujeres con la fortaleza política de la presidenta madrileña, con tanto carisma popular.
Díaz Ayuso es una persona inteligente pero no es Ortega y Gasset; es una mujer culta pero no una sabelotodo; es una oradora eficaz pero no es Castelar; es atractiva pero no es despampanante; es guapa pero no es un bellezón; es elegante pero no es Isabel Preysler. Es sencilla y auténtica y por eso muchos hombres, también mujeres, están a su lado.
Ha sabido rodearse de un excelente equipo, con mención especial para la sagacidad y la experiencia de Miguel Ángel Rodríguez, y, en medio de la ceremonia de la confusión y la agresividad del periodismo de la insidia en ciertas redes sociales, ha demostrado mantener la coherencia de unos principios ideológicos que suponen libertad, progreso y estabilidad. Frente a los mantras de un sector de la izquierda, ha sabido denunciar los chiringuitos creados en torno a ellos y que son el pretexto para recibir subvenciones públicas y disfrutar de vida regalada sin dar un golpe al agua.
Díaz Ayuso tiene defectos, como los tenemos todos. Sin embargo, sus cualidades y aciertos resultan abrumadores. Soy periodista, no profeta, pero no me parece aventurado vaticinar que España ha encontrado en ella a una mujer que será presidenta del Gobierno. Sin prisa, claro es, pero sin pausa.
La izquierda española más sagaz se ha dado cuenta de esta realidad y ataca a Ayuso de forma inmisericorde y muchas veces miserable. La distinguen con el insulto soez y la insidia cutre. No pueden con ella. Ladran, Isabel Díaz Ayuso, buena señal de que cabalgas. Podía ser cervantina esta sentencia, como creen muchos, pero Don Quijote estaba en otros quehaceres. Corresponde el acierto literario a Goethe que en un poema de 1808 explica: «… sus estridentes ladridos sólo son señal de que cabalgamos». Cervantes sí advirtió a Isabel Díaz Ayuso que la abundancia de los éxitos «hace que no se estimen», pues «la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra donosura».
Luis María Anson, de la Real Academia Española.
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