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Latinofobia

«¿Qué es más importante, que yo hable catalán o que consiga trabajo?»

Qué grande es el teatro. Pone ante el espejo a los políticos que viven en sus burbujas de obligado cumplimiento. No hay momentos más divertidos que aquellos en que a los supremacistas del regionalismo la realidad multicultural les estalla en la cara. Eso le ha pasado al Ayuntamiento de Barcelona con la presentación del Informe de Discriminaciones de 2024. Se les ocurrió contratar para ella a un grupo de teatro que se llamaba «Sin papeles» quien, al estar formado por migrantes, parecía a primera vista el summum de la paz, la asimilación y el veganismo. Pero la compañía se tomaba eso del teatro en serio y escenificó un sketch en que migrantes sufrían discriminaciones por no hablar catalán.

Los partidarios del tan antiguo «obligado cumplimiento» pusieron enseguida el grito en el cielo, se rasgaron las vestiduras como plañideras y afirmaron que aquello era un ataque al catalán y una acción de catalanofobia. Juá. El ayuntamiento de la ciudad se defendió de la presión de los talibanes con la firmeza propia de la erección de un jubilado. Es decir, pidió perdón y dijo –nada menos– que eso no representa su mirada; lo cual, en el fondo, es coherente porque no se puede esperar ninguna mirada de un ciego.

Por su parte, el señor a cargo del palo de cómo debe hablar la gente dijo que se había sentido «herido» si bien nadie detectó rastro de hemoglobina. La pregunta verdaderamente sangrante la dejaron sobre la mesa los migrantes: «¿Qué es más importante, que yo hable catalán o que consiga trabajo?» Y eso es lo que escuece. Los supuestos sociocatalanistas, que afirman defender al proletariado, nunca tienen una respuesta.

La latinofobia avanza por el mundo racista. Trump no quiere que sus ciudadanos hablen español. Los regionalistas tampoco. Pero, para su desgracia, la libertad de la gente para hablar es una voluntad más persistente que un herpes.