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Aunque moleste

Líder mundial para la izquierda

Bergoglio destacó por defender las banderas del globalismo progresista

Los vaticanistas se rebelan contra quienes colocan etiquetas políticas a los papas, algo que en el caso de Francisco ha sido más habitual que en sus predecesores. Se ha hablado mucho de él como Pontífice comprometido con las ideas progresistas, y puede ser que, como sostienen sus hagiógrafos, no haya sido ni socialista ni comunista, aunque es un hecho que la izquierda le etiquetó como su «líder mundial», tras la marcha de Obama. The Wall Street Journal le dio esa consideración, y The Guardian fue más allá al asegurar que «es el nuevo y obvio héroe de la izquierda», diciendo que incluso los ateos «deben rezar por él».

Ciertamente ha sido mayor en este tiempo el peregrinaje a la Santa Sede de los políticos encuadrados dentro de los ideales del globalismo progresista. A Pedro Sánchez y a Yolanda Díaz se les veía particularmente felices tras sus encuentros con el hoy difunto, algo que no es casual. Bergoglio fue claro en su defensa de algunas de las banderas de la izquierda, desde el apoyo a la inmigración hasta cierto aperturismo con relación a los colectivos LGTBi, la cultura woke y la ideología climática. Si bien no avanzó en la posibilidad del diaconado de la mujer, sí que hizo dos nombramientos relevantes de mujeres en el Vaticano, que no fueron del gusto de todos, por tratarse de una decisión sin precedentes.

De izquierdas o no, lo que sí es cierto es que fue un Papa rompedor, que renunció a algunos de los signos propios del Obispo de Roma, asumiendo formas de comportamiento antes impensables. Por ejemplo, lo de dar entrevistas a medios de comunicación, comer siempre acompañado, o la eliminación de los zapatos rojos del martirio, la cruz pectoral y el anillo papal, u ordenar que no se le entierre en la Basílica de San Pedro. Gestos no han faltado en este Pontificado de corte popular, tan diferente a lo que representaba Benedicto XVI. Ratzinger era un intelectual, un reconocido teólogo cuya obra prevalecerá. Bergoglio destacó por su cercanía en la expresión, casi coloquial a veces, desprovista de rigorismos. También en esto sintonizaba más con la izquierda, que acabó venerándolo como jamás nunca sucedió con el máximo representante de la Iglesia.

Fue igualmente diferente a los demás, por ejemplo, en cuanto a la planificación de los viajes. Realizó 40 por 65 países, pero ni visitó su país, Argentina, donde tenía tantos defensores como antagonistas, ni España, algo insólito con relación pontificados anteriores. Circunstancia en la que algunos adivinaron cierto alineamiento con los postulados críticos hacia la madre patria tanto del indigenismo como de las opciones latinoamericanas enmarcadas dentro del Grupo de Puebla.

En realidad, Francisco ha sostenido que la Iglesia debe volcarse ahora más con Asia y América que con el viejo continente, tradicionalmente mimado por los pontífices europeos. Sus detractores le llamaron «Papa de la confusión», por promover «desviaciones» de la enseñanza católica en asuntos tan sensibles como los «nuevos matrimonios», el divorcio, la naturaleza del sacerdocio, por derogar la Misa tradicional o por el cierre de iglesias durante la pandemia. Y le criticaron también por decantarse por la igualdad de las religiones, abrazando «la Fraternidad Universal».

En cualquier caso, siempre mejor quedarnos con sus cualidades de Papa humilde, cercano, comprometido con los necesitados.