Cuartel emocional

Mancha sobre mancha

La aprobación de la amnistía supone un jarro de hielo a la democracia, a la justicia y al orden constitucional

Hay frases populares (o populacheras) que dicen que “un clavo quita otro clavo y un amor quita otro amor”, algo que podría tener visos de certeza, lo mismo que “una mancha de mora con otra verde se quita” o, yendo a un terreno más doméstico, sabemos bien que el manchurrón de vino tinto con vino blanco queda difuso. Y todo así. Esta teoría es la que aplica Sánchez a la vida política sobre la que pisamos hoy, y el pillaje del caso Koldo y sus múltiples implicados -donde no están excluidos ni la consorte del presidente, ni la la tercera autoridad del Estado, ni el ministro del interior, todo pichichi en definitiva, unos por ramplones y otros por consentidores-, queda hoy medio apagado por la aprobación de la amnistía, que supone un jarro de hielo a la democracia, a la justicia, al orden constitucional, al orden social, a la vida entera del país. Pero, francamente, aunque no tengamos elementos para la esperanza, tampoco podemos dejar que la vida se nos vaya por el sumidero en medio de la amargura a la que nos tienen sometidos en estos últimos años. El día a día no puede condicionar nuestra mente hasta tal punto que en un despertar tengamos la sensación, por ejemplo, de estar al lado del cadáver de Navalni o en medio de la guerra de Ucrania. La influencia que tienen los impactos televisivos en nuestras cabezas es tal que nos pueden llegar a afectar en negativo e impedir la evolución natural del tiempo que tenemos por delante, que, de seguro, mejorará el presente. Por ejemplo, en estos días se está celebrando la importantísima feria internacional de arte contemporáneo ARCO, y esto me hace reflexionar sobre una frase de Diógenes: “La cultura es un adorno en la prosperidad y un refugio en la adversidad”. En el recorrido interminable por las galerías que conforman la muestra, en una pared se observan tres retratos de Francis Bacon, uno de ellos deformados tal y como él mismo desfiguraba sus obras figurativas. Fue un hombre atormentado y mentalmente confuso, por eso ahora viene más a cuento referirnos al otro Francis Bacon de la historia, filósofo y padre del empirismo quien hace más de tres siglos aconsejaba que “hay que comenzar a hacer lo que se quiera hacer ahora. No estamos viviendo en la eternidad. Solo tenemos este momento, brillando como una estrella”. Por tanto, es más práctico hacer uso de nuestra experiencia y de las evidencias que tenemos ante nosotros para salir de este proceso de ofuscación al que nos llevan los acontecimientos de las últimas semanas. Está claro que en otros países los mandamases se están saliendo con la suya. No sé si aquí serán capaces de desviar el curso de la historia y de nuestra idiosincrasia, palabra que alguna vez pudo darnos risa, pero que hoy tenemos la obligación de defender hasta donde lleguen nuestras fuerzas. Si ETA no pudo conseguir con el chantaje de la sangre desunir un país compacto y sólido, a pesar del peso de la guerra civil que asoló y creó miseria y desprecio desde el mundo moderno, me cuesta asumir que el chantaje de siete escaños y el afán de poder del caudillito que habita Moncloa eche abajo lo conseguido con tanto esfuerzo en los últimos cincuenta años.

CODA. Se ha publicado un libro de García Márquez que él despreciaba, decía que estaba mal escrito y que no debía llegar a manos del lector. Ahora se nos plantea un problema de conciencia: ¿será una falta de respeto leerlo por avidez de nuevas líneas del maestro? ¿estaremos cometiendo una profanación de su memoria?