A pesar del...
Mary Beard y Roma
César no cruzó el Rubicón como quien pasa con plena certidumbre un punto de no retorno, y no murió diciendo: Et tu, Brute?
Una y otra vez, y durante siglos, los historiadores han reflexionado sobre cómo pudo una pequeña aldea crecer de una manera espectacular y convertirse en una potencia que logró imponer su sello durante tanto tiempo en tres continentes. Lo analiza nuevamente Mary Beard en SPQR. Una historia de la Antigua Roma, que publica la Editorial Crítica y que he leído por consejo de Rafa Latorre para la sección Literatura y Economía de La Brújula de Onda Cero.
Van apareciendo algunas claves, como la reacción ante la invasión gala, que impulsó la ofensiva romana, durante la cual conquistan primero Italia y luego gran parte del mundo conocido. O ideas eficaces, como que los pueblos conquistados aportaran soldados, o el poder relativa y delicadamente equilibrado entre los cónsules, el Senado y el pueblo, que subrayó Polibio, «para que ni la monarquía, ni la aristocracia, ni la democracia prevalecieran por completo».
La autora incurre en algunas ingenuidades: «el pueblo votaba a favor de lo que le ponían delante, no era poder popular tal como nosotros lo entendemos». También: «El sofisticado edificio del derecho romano», con sus normas y principios sobre leyes y contratos «tuvo poco impacto en las vidas de aquellos que no pertenecían a la élite».
Señala en cambio con acierto el funcionamiento político, marcado por la demagogia redistributiva y el dispendio público que finalmente socavaron el Imperio a pesar de las enormes riquezas que usurpó durante y merced a su expansión. No faltaron ni la reforma agraria ni el saqueo variopinto del pueblo romano, que incluyó la inflación, mediante el recurso pionero de depreciar la moneda rebajando su peso en bronce.
Tiene también mucho interés su descripción de la vida cotidiana del Imperio Romano, de sus estrategias militares y gubernamentales, y de su crueldad, en la que destaca que no era la gente la despiadada, sino la lógica política imperial.
Por fin, son entretenidas las diversas aclaraciones que hace sobre tópicos muy populares acerca de la Antigua Roma. César no cruzó el Rubicón como quien pasa con plena certidumbre un punto de no retorno, y no murió diciendo: Et tu, Brute?; la de Espartaco no fue una pura rebelión de esclavos sino una guerra civil, que daba la esclavitud por sentada; Vespasiano no afirmó que Pecunia non olet; y ningún caballo fue nunca nombrado cónsul.
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