Sin Perdón

¿Es mejor pactar con Vox o con Bildu?

«Es infinitamente peor Bildu que Vox. Otegi, al igual que los independentistas, quiere destruir España»

Vox se ha convertido en el comodín que utiliza el PSOE para movilizar a los votantes de izquierdas. Hay que reconocer que le ha producido un buen resultado, porque el poderoso aparato propagandístico de la izquierda mediática consigue que algunos crean que puede llegar un escenario apocalíptico donde se persiga al colectivo LGTBI+, se destruya y privatice la sanidad y la educación públicas, se promueva el racismo y los inmigrantes sean brutalmente expulsados, se persiga la cultura y el machismo se convierta en una doctrina oficial con políticos que aplaudirían fervorosos el maltrato contra las mujeres. El despropósito es tan enorme que descalificaría a sus promotores, sino tuvieran el apoyo de tertulianos, columnistas y medios afines que hablan de machismo, racismo y homofobia. Es llamativo escuchar o leer referencias a una pérdida o retroceso de derechos como si viviéramos en la Cuba que tanto gusta a los integrantes del Grupo de Puebla. Ni en la Cuba castrista o la Palestina de Hamás se respetan los derechos humanos y las libertades públicas. No pasa, tampoco, en la Rusia de Putin o en la teocracia del Irán de los ayatolas.

En el marco de la UE no se puede producir ningún retroceso en los derechos humanos y las libertades públicas. Hay que aclarar que quien lo diga es un mentiroso o un ignorante. Por tanto, la presencia de Vox, directa o indirectamente, nunca produciría un escenario distópico como el que aseguran los dirigentes de la izquierda política o sus aliados en los medios de comunicación. En infinidad de ocasiones he criticado a Vox. He sido blanco de sus ataques al igual que los he sufrido de Podemos, Bildu o los independentistas. Ni me importa ni me preocupa. Vox es el mejor aliado del PSOE para mantenerse en el poder, porque, consciente o inconscientemente, son útiles en su estrategia. Fue el gran agente movilizador de las pasadas elecciones. Como consecuencia del resultado y los errores del equipo de Abascal, España está gobernada por una coalición socialista comunista cuyos aliados parlamentarios son los independentistas, los antisistema y los antiguos dirigentes del aparato político y militar de ETA.

Es verdad que las mentiras de la izquierda tienen las patitas cortas, aunque todavía funcionen. El tiempo situará a todos en su lugar, porque en ninguna comunidad o ayuntamiento gobernado por el PP con el apoyo de Vox se han producido retrocesos de los derechos y las libertades. Al margen de que nunca lo harían, cualquier medida racista, machista u homofóbica sería inconstitucional. Hay que aclararlo para desmontar las mentiras y la ignorancia del aparato mediático al servicio del PSOE. No conozco a ningún dirigente o votante de Vox que defienda medias de estas características. Es bueno tener en cuenta, además, que cuentan o les votan mujeres, personas del colectivo LGTBI+ o venidas de la inmigración. Es posible que no lo sepan en el diario gubernamental controlado por los Migueles o en RTVE que han convertido en el canal temático del PSOE y sus aliados de izquierdas, pero es la realidad. Por supuesto, en la estigmatización de la derecha, como sucede en Estados Unidos y algunos países europeos, resulta muy útil la caricaturización que hacen los guionistas de las series de televisión o las películas. No se puede presentar a una persona de derechas como alguien culto, homosexual y sensible socialmente salvo alguna excepción para contraponerla a una multitud de derechistas que responden a los patrones de esos guionistas. El canon cultural lo marca la izquierda y sus intereses económicos.

El problema es que los gobiernos de izquierdas producen numerosos estómagos agradecidos. Mucha gente vive a costa de los presupuestos. No solo los políticos, que consiguen mejores sueldos que en sus profesiones, salvo escasas excepciones, como se ha visto con el PSOE, Sumar, Podemos y las formaciones independentistas como Junts, ERC, Bildu y PNV. El sistema partitocrático, que no es lo mismo que de partidos, es una enfermedad de la democracia. La izquierda política, cultural y mediática defiende el statu quo porque le resulta muy rentable. Cuando se habla de retrocesos de la Cultura en las comunidades y ayuntamientos gobernados por el centro derecha, la realidad es que los «amigos» de izquierda han perdido contratos o sus cargos, porque tienen una concepción patrimonialista de la Cultura.

La brutal estigmatización que sufre la derecha en España de manos de este aparato propagandístico contrasta con el proceso de blanqueamiento de los independentistas y de los herederos de ETA que estamos viviendo. Con respecto a Bildu, hay que aclarar que es una formación dirigida y controlada por el antiguo aparato político y militar de ETA liderado por Otegi, Ternera, Txeroki y otros demócratas ejemplares que ahora complacen a los socialistas. Ahora es un partido progresista que ayuda a parar la llegada de la ultraderecha. Lo más deleznable no es que Otegi sea el mismo que formaba parte de la dirección de la banda, sino que políticos, periodistas y personajes del mundo cultural defiendan a Bildu. No creo que nadie se crea que Otegi se cayó del caballo como San Pablo y ahora sea un converso que apoya la democracia o se arrepiente de los crímenes cometidos en el pasado. Por esa misma razón, Puigdemont y Junqueras se sienten muy orgullosos de los delitos que cometieron y lo único que lamentan es su fracaso. Es la naturaleza del escorpión. Por ello, es infinitamente peor Bildu que Vox. Otegi, al igual que los independentistas, quiere destruir España. Su objetivo es lograr la secesión del País Vasco y Cataluña. Ahora cuentan, como sucedió con Chamberlain en Múnich, con la incapacidad, la ambición sin límites o la indolencia de sus amigos en el PSOE.

Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)