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Nadia Calviño, sus sucesores y el síndrome Romanones

La candidatura de Calviño, que debería dejar el Gobierno si es elegida –si no lo es también es posible que no siga en el Consejo de Ministros–, abre la carrera por su sucesión

Álvaro de Figueroa y Torres (1863-1950), conde de Romanones, monárquico, anglófilo y liberal, fue varias veces presidente del Consejo de Ministros en la Restauración, antes del golpe de Estado de Primo de Rivera (1870-1930). Pudo ser algo así como el Churchill (1874-1965) español, pero se quedó muy lejos, aunque fue tan prolífico como el británico en afirmaciones famosas y ocurrentes, unas veces ciertas y otras apócrifas. Romanones intentó ser miembro de la Real Academia Española y solicitó el voto a los académicos. Todos se comprometieron, pero el día de la elección, el Conde no obtuvo ninguno. Cuando se enteró, afirmó aquello, nunca comprobado, de «¡joder, vaya tropa!». Un siglo después, Nadia Calviño, todavía «vice» en funciones, aspira a la presidencia del Banco Europeo de Inversiones. Hay otros cuatro candidatos al puesto, pero en la práctica su única rival es la danesa Margrethe Vestager, comisaria europea de la Competencia, que ha hecho el gesto –electoral, claro– de apartarse de su cargo de forma temporal mientras dure el periodo de la elección. Existía la posibilidad de que el Ecofin que se celebra este fin de semana en Santiago de Compostela abordara el asunto, pero no será así, al menos de manera formal. No está en la agenda y había consenso que, al estar una española en la carrera, tratarlo en España quizá no era lo más estético-diplomático. Calviño parte, en teoría, de favorita, sobre todo después de que el BCE optara por la alemana Buch frente a la española Margarita Delgado para presidir el Mecanismo Único de Supervisión (MUS), la policía bancaria del BCE. La hispana tiene buenas palabras, sobre todo de Alemania, sobre su candidatura, pero nunca hay nada seguro y, además, también acumula experiencia de haberse quedado a las puertas de otros puestos internacionales de relevancia. No es la única.

La candidatura de Calviño, que debería dejar el Gobierno si es elegida –si no lo es también es posible que no siga en el Consejo de Ministros–, abre la carrera por su sucesión. José Luis Escrivá, ministro de Seguridad Social, siempre ha soñado estar al frente de la economía española. Como si fuera un gregario ciclista, ha hecho todo tipo de trabajos a Sánchez y espera su recompensa. Sin embargo, hay más nombres que suenan, como David Vegara, que fue secretario de Estado con Zapatero, o Maurici Lucena, presidente de Aena, al lado del inquilino de La Moncloa desde el principio. Nada está decidido y nadie, sobre todo Calviño, sea cierto o no lo de «¡vaya tropa!, quiere padecer el síndrome Romanones.