Y volvieron cantando
Navarra, España irreconciliable
Navarra siempre fue una pieza de extrema complejidad en el engranaje territorial del Estado
La moción de censura que, gracias a los votos socialistas entregaba antes de ayer a los herederos políticos de ETA la emblemática alcaldía de Pamplona, viene a apuntalar a nivel nacional la que será una Paulatina consolidación de dos Españas que, más allá de reconocerse, se dan la espalda, tal vez ejecutando una inquietante puntilla a aquel espíritu de la transición reflejado en la Carta Magna, que basaba su razón de ser en la solidaridad interterritorial dentro de la defensa a ultranza de la unidad del Estado. No hay más que reparar en el mapa político que se ha ido cuajando durante el último lustro, especialmente clarificador a la hora de establecer una España autonómica gobernada por el centro derecha -directamente las derechas si prefieren- en la que la gestión del poder trasciende a las cuestiones puramente regionales o locales para implicarse -y el caso del Madrid de Díaz Ayuso es el más significativo- en la tarea de oposición a un gobierno central movido por la energía del «Frankenstein 2» y claramente alineado con esa otra España territorial en la que la unidad nacional, la solidaridad entre ciudadanos desde Gata hasta Finisterre y desde Cadaqués a Ayamonte y la defensa de los valores constitucionales no son ya una prioridad. Añádase a ello la tendencia política que no vaticina precisamente un futuro con vuelcos sociológicos, ni en la Euskadi de la creciente Bildu a costa del mismísimo PNV, ni en la Cataluña de Puigdemont y Aragonés donde, en contraste con la mayoría de territorios, Sánchez salva la cara, ni en una comunidad navarra en la que la entrega de la cuchara a manos de Bildu viene a ser la punta de iceberg de una más ambiciosa operación a medio-largo plazo, como es la consulta para la unificación con el País Vasco en la gran «Euskalerria» previos pasos sin prisa ni pausa como pueden ser la entrega a los abertzales de ayuntamientos como Estella, Barañáin o Valle de Egues. Navarra siempre fue una pieza de extrema complejidad en el engranaje territorial del Estado tal como pudo comprobarse hace décadas en la articulación del actual modelo autonómico y también puede ser el punto de partida para dos Españas que antes se miraban de frente y ahora dan media vuelta y avanzan.
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