Aunque moleste

Orgullosos de haber matado

La banda, sus asesinos, sus dirigentes y entramado político están tan vivos como que hoy co-gobiernan en España

Uno de los aspectos que más rabia da del caso de los 44 etarras, incluidos siete asesinos, que forman parte de las listas de Bildu es la obscenidad con que sus dirigentes hacen gala de semejante provocación, una manera de decirnos a todos que no, estaban ustedes equivocados porque «no perdimos la guerra sino que la ganamos». Imposible entender de otra manera que hagan lo que les place, ongi-etorris a sus gudaris cuando regresan al lugar del crimen, acercamientos a las cárceles vascas y, lo peor, que están gobernando España, haciendo y derogando leyes, expulsando a la Guardia Civil de Navarra, influyendo en las políticas del Gobierno como nadie hubiera podido imaginar. Algo que ocurre no por el milagro de los peces, sino sencillamente porque el gobierno social-podemita ha decidido cruzar la línea roja de la moralidad blanqueando a quienes deberían estar aislados mientras no hagan lo que dice la ley de partidos: pedir perdón, reconocer la culpa, colaborar para el esclarecimiento de los crímenes aún no juzgados y renuncia expresa de sus candidatos al terrorismo. Artículo 11.1 de la citada ley que no se cumple porque el Ejecutivo no quiere. Porque le renta más pactar con los herederos de ETA que inhabilitarlos. Porque soslaya la obligación de encomendar a la abogacía del Estado, a la Fiscalía, que emprendan las acciones correspondientes para evitar el choteo a las víctimas. Aún más cuando hay incluso otra ley, la del Régimen Electoral General (LOREG) que en su artículo 6.2 dice con claridad que los condenados por terrorismo «no pueden ser elegibles». Armazón jurídico más que sobrado para que actúen quienes tienen la obligación de hacerlo. Arguye el argumentario gubernamental que, al fin y al cabo, esto es algo que ya ha sucedido en numerosas ocasiones, y nunca nadie puso objeción alguna. Primera falsedad: nunca antes se atrevieron a tanto. Nunca metieron a asesinos condenados y confesos en las listas. Nunca promovieron que los verdugos gobiernen a las familias de los ejecutados, que es lo que sucederá cuando algunos de los candidatos con delitos de sangre salgan elegidos concejales en los pueblos en los que mataron. Y es que, en realidad, ellos no están arrepentidos sino orgullosos de sus crímenes. Por eso es igualmente falso el segundo punto del argumentario, según el cual ya no debemos hablar de ETA puesto que ETA-no-existe. Lo cual es falso porque, en realidad, quien manda en Bildu es ETA, su jefe principal lo fue de ETA y la inmensa mayoría de los terroristas de la banda son militantes de Bildu.

Otra cosa es que no se quiera ver, que es lo que en realidad ocurre. La hipocresía inaudita de Patxi, la cobardía de los que no condenan, el cinismo de García Page cuando declara que «yo con los asesinos de ETA ni a la vuelta de la esquina». Claro, luego sucede que los parlamentarios de Page en el Congreso votan sin rechistar cada una de las iniciativas pactadas entre el Gobierno y Bildu.

Estaba feliz el señor Sánchez con la Vivienda y con Doñana, cuando de golpe se le apareció ETA, como un fantasma. Prueba más que palpable de que la banda, sus asesinos, sus dirigentes y entramado están tan vivos como que hoy co-gobiernan España. Por obra y gracia.