El buen salvaje

Pelotas de goma

No alcanzo a comprender por qué los Mossos las siguen utilizando, si allí gobierna ERC

Hay debates absurdos que no deberían consentirse, a no ser que se llegue a las manos, lo que al menos añadiría un aire bufo y cabaretero, de cine cómico, como de «La nariz» de Shostakovich, de la que disfrutó Carmen Calvo la otra noche en el Real, que la tenía delante. Algo así debía ser el Consejo de ministros cuando la ex vicepresidenta lo dejó, un caos burocrático, un descojone y un ir y venir de meretrices con barba. No menos que la relación con los socios parlamentarios independentistas, ERC y Bildu, los que ayer dijeron «No pasarán» a la reforma de la «ley mordaza» de Rajoy porque no se prohibieron las pelotas de goma. Hay líneas rojas que estos partidos que tanto cumplen con sus principios no pueden rebasar. Se puede cambiar la malversación, pero ¡entrar por el aro de las pelotas de goma! Ni Shostakovich pudo pensar algo semejante. Así que la reforma no salió adelante.

La ley de Rajoy es muy facha por esta cuestión de las pelotas. No alcanzo a comprender por qué los Mossos las siguen utilizando, si allí gobierna ERC. Rufián, que va ganando peso como para anuncio de Igualdad, algo que es de aplaudir, que los hombres también tenemos derecho a no ser normativos, se queja de las pelotas en Madrid, pero calla cuando visita Barcelona. La Ertanintza no las utiliza así como de vajilla de Ikea de todos los días, pero sí entrenan con ellas por si en algún momento extraordinario –no sé, una invasión rusa– las necesita. O sea, que no están aunque sí que hay.

Entonces, entenderán que el debate es absurdo, como les decía, pues las pelotas de goma deberían estar igual de consideradas sin importar la lengua cooficial que empleen. Se pusieron de acuerdo, sin embargo, en que hay que investigar el caso «Mediador» pero no a Tito Berni y el rastro del dinero de la coca y las putas, sino a la Guardia Civil, que son más malos que las pelotas pues como todo el mundo sabe unos fagocitan a las otras. Tranquilos, ellos hicieron el ridículo transversal pero la ley, menos mal, se queda como estaba.