Las correcciones

Mi personaje del año: Gisèle Pelicot

Pelicot nos ha enseñado otra forma de superar el trauma y es enfrentándose a los verdugos directamente

Enfilamos los últimos días del año y toca hacer balance de este 2024. Un año en el que en el plano internacional hemos seguido viviendo peligrosamente con dos conflictos abiertos en Europa (Ucrania), y en Oriente Medio (Gaza y Líbano), que amenazan con modificar las fronteras establecidas en el siglo pasado. Hemos visto en directo la implosión de uno de los regímenes más sangrientos y brutales, el del clan Asad, en Siria. Un conglomerado de grupos rebeldes liderados por la escisión de Al Qaeda, Hayat Tahrir al Sham (HTS), y financiados por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, derribaron 50 años de sistema del terror. No sabemos hacia dónde irá la nueva Siria pero convendría mantener como referencia la llegada de los talibanes 2.0. en 2021 para enfriar las expectativas sobre una transición democrática. La quema de un árbol de Navidad en Damasco no resulta alentadora. La Unión Europea y Estados Unidos deberían condicionar su relación futura con las nuevas autoridades sirias al respeto de las minorías y de los derechos humanos. Este 2024 también se ha roto el tabú de la guerra directa entre Israel e Irán con el sobrevuelo de 300 drones y misiles crucero en los cielos de Israel durante la larga noche del 13 de abril.

En noviembre, Estados Unidos dio una segunda oportunidad a Donald Trump que protagonizó uno de los regresos más espectaculares a la arena política. El deseo de cambio de los estadounidenses, la preocupación por la inmigración descontrolada y por la subida de los precios prevaleció frente a la maraña judicial que enfrentaba el candidato republicano con cuatro procesos abiertos y 91 cargos. La izquierda occidental debería tomar nota de lo ocurrido en EE UU pues son sus votantes tradicionales los que están echándose a los brazos de los nuevos partidos de extrema derecha o izquierda que prometen una mejora de las oportunidades por encima de los discursos identitarios. El fenómeno Trump viene esta vez acompañado de la figura de Elon Musk. El hombre más rico del mundo parece que no se conforma con ser el «Rasputín» de Donald Trump -se ha convertido en el auténtico número dos del 47º presidente norteamericano con permiso del desaparecido JD Vance- sino que va a financiar a partidos europeos como el de Nigel Farage en Reino Unido para romper también la baraja en el Viejo Continente.

Pero en medio de los conflictos geopolíticos y el auge de nuevos líderes hay un personaje que ha dejado a medio mundo fascinado por su fortaleza y su determinación: Gisèle Pelicot. El juicio contra su marido, Dominique Pelicot, de 72 años, y otros 50 hombres de entre 22 y 70 años, entre los que había estudiantes, periodistas o jubilados, por participar en las violaciones múltiples a su mujer durante décadas mostró una nueva cara de la violencia contra las mujeres. La petición de Gisèle, madre de tres hijos, de que el juicio fuera abierto a la opinión pública para que pudieran verse los vídeos nauseabundos de los abusos grabados por su ahora exmarido supone un cambio revolucionario en la forma en la que las mujeres se enfrentan a la violencia sexual. Pelicot nos ha enseñado otra forma de superar el trauma y es enfrentándose a los verdugos directamente. «Que la vergüenza cambie de bando», nos dijo a todos. «Yo no he hecho nada malo». Una lección que le ha convertido en un símbolo para las mujeres.