Tribuna

Educar para pensar desde la infancia: el camino hacia la creatividad y el razonamiento crítico

Es en las edades tempranas donde los hábitos para crear, pensar y razonar se adquieren

La creatividad y la capacidad de razonar son pilares esenciales para la construcción de sociedades justas y avanzadas. Y se empiezan a construir en el ambiente familiar, pero sobre todo en los centros educativos, ya desde la infancia.

¿Qué se entiende por creatividad? Al menos desde mi visión como matemático, entiendo la creatividad como un proceso mental que permite escribir una historia nunca contada, vislumbrar la solución a un problema o inventar una teoría que explique un fenómeno científico, social, climático, etc. Existe una estrecha relación entre los procesos creativos en disciplinas como la música, la literatura, el arte, la biología, la filosofía, la física y las matemáticas. Por tanto, cuando aprendemos a ser creativos en una de ellas, la habilidad se traspasa a otras materias.

¿Por qué es necesario ser creativo? Vivimos en un mundo lleno de incógnitas: genios como Charles Darwin, Albert Einstein, Rosalind Franklin, Santiago Ramón y Cajal, Margarita Salas o Marie Sklodowska-Curie, han dado respuesta a preguntas cruciales sobre la vida, el ser humano, las matemáticas, las leyes del universo o la ciencia en general. Pero conocemos migajas comparado con lo que nos queda. Por ejemplo: ¿Es todo número par mayor que 2 igual a la suma de dos números primos? Se cumple para 8=3+5 o 20=3+17. Nadie sabe si es cierto para todos los pares. Esta inocente pregunta acumula casi trescientos años sin respuesta, y la famosa Conjetura de Goldbach afirma que la respuesta es afirmativa. Se necesitará extraordinaria creatividad para responderla.

La creatividad no es algo puramente académico. Es imprescindible en la vida cotidiana también, por ejemplo, para los propietarios de un restaurante que dan vueltas a qué menú ofrecer a sus clientes para maximizar calidad y beneficios simultáneamente, para el mecánico que intenta descifrar por qué un coche sin avería aparente no arranca, o para los padres de familia que intentan llegar a fin de mes con un reducido presupuesto.

¿Y es la creatividad suficiente para avanzar el mundo y en nuestras propias vidas? El proceso creativo no está exento de errores e imprecisiones. Se han propuesto gran cantidad de soluciones erróneas a la Conjetura de Goldbach. Por eso es imprescindible analizar lo que hemos creado o inventado, razonando críticamente.

Pensemos en una situación más cotidiana: un estudiante de primaria que está dando sus primeros pasos con los números. Si le preguntamos por qué el método que le han enseñado para multiplicar dos números de varias cifras da el resultado que debe, es improbable que nos dé una respuesta. Cuando multiplica 2023 por 1547 lo hace colocando el segundo número debajo del primero y multiplicando 7 por 2023, luego 4 por 2023 y anotando el resultado debajo del anterior desplazado un lugar a la izquierda, y así sucesivamente. Después se suman las cuatro filas y magia: 3.129.581. Pero el motivo por el cual este método da el resultado correcto muy probablemente lo desconoce. Es decir, ha aprendido de forma mecánica, sin razonar, a multiplicar. Lo mismo se aplica a la división, entre otros muchos conceptos.

Es sorprendente que esta forma mecánica de aprender se practique hasta cursos superiores, incluso en la universidad. Cuando memorizamos métodos, ejercicios tipo o recetas, pero no sabemos por qué funcionan, estamos arrinconando el razonamiento crítico. Este razonamiento crítico es, a mi juicio, mucho más importante que la adquisición de conocimientos en sí, incluso más hoy que la inteligencia artificial nos da casi todas las respuestas que se puedan plantear, a niveles básicos por lo menos.

¿Quién puede tener más influencia en que las personas desarrollemos la creatividad y el razonamiento crítico? En mi opinión, los maestros de educación infantil y primaria, y los profesores de secundaria. Su trabajo, que muchas veces desempeñan en circunstancias difíciles, tiene gran mérito. Es en las edades tempranas donde los hábitos para crear, pensar y razonar se adquieren. Una vez que los estudiantes llegan a la universidad sus hábitos suelen estar consolidados y es difícil cambiarlos. En casi todas las materias la creatividad y el razonamiento son esenciales, y si esperamos a la universidad para desarrollarlos, hemos perdido los años donde estas habilidades se adquieren con mayor facilidad. Los idiomas se aprenden más fácilmente en la infancia y lo mismo con las habilidades creativas y de razonamiento crítico. Es mejor, en mi opinión, que se cubran menos temas en una clase, pero que se pase suficiente tiempo en indagar, crear, imaginar, descubrir, razonar, cuestionar y, en definitiva, pensar.

En última instancia, es desde la universidad, donde se van a formar los futuros profesores de enseñanza infantil, primaria, etc., donde tenemos la responsabilidad de promover una visión unificada del aprendizaje: adquisición de conocimientos -creatividad- razonamiento crítico, por encima de la memorización de procesos mecánicos. Estas habilidades nos ayudan a formar una sociedad más justa y de personas menos manipulables, algo de imperiosa necesidad en la revolución tecnológica y cultural en la que estamos inmersos.

Álvaro Pelayo, de la Real Academia de Ciencias de España. Catedrático y Vicedecano en la Facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid. Previamente Catedrático en la Universidad de California, San Diego.