Tribuna
Polaris y las empresas privadas en los vuelos espaciales
Las empresas privadas están siendo protagonistas principales, en algunos casos imprescindibles, en todo lo relacionado con la ingeniería aeroespacial
Hace apenas una semana, la humanidad acaba de ser testigo, con el programa Polaris de Space X (oficialmente Polaris Down), de un nuevo hito espacial, que será fundamental para el desarrollo de las futuras misiones, especialmente las misiones tripuladas. Decir esto no es sensacionalista, sino la demostración de un nuevo paso de gran trascendencia en el proceso de expansión del ser humano hacia el cosmos. Puede que no sea comparable a la gesta de Yuri Gagarin, o a la de Armstrong, Aldrin y Collins. Pero, nuestra generación está siendo testigo de algo realmente apasionante y único: la expansión de la vida hacia otro contexto, el espacio. El proceso de un cambio de paradigma sociocultural en el que estamos inmersos y que, casi sin ser conscientes, impregna nuestro día a día, abriendo su espectro hacia la interdisciplinariedad, la internacionalización y el desarrollo de multitud de aspectos que marcan nuestras actividades más cotidianas.
En la denominada Guerra Fría, entre EEUU y la antigua Unión Soviética, estas dos superpotencias definían las directrices de la exploración e investigación espacial. Hoy, 60 años después, la humanidad se ha abierto por completo al espacio en numerosos ámbitos. China ha surgido con una fuerza colosal, como superpotencia espacial (y también en otros contextos) y podría decirse que el espacio ya es cosa de todos, con más de 70 agencias espaciales gubernamentales en todo el mundo: EEUU, China, Rusia, Europa, Iberoamérica, Emiratos Árabes Unidos, India, Japón, México, Paraguay… entre otras y también, recientemente, España. Pero, además de estas, también están las empresas privadas, como es el caso que nos ocupa. La irrupción de empresas como Space X, Blue Origin, Virgin Galactic, Astra Space, entre otras, ha supuesto un cambio notable en la forma en que se desarrollan ciertas actividades, que requiere, sin ninguna duda, una rigurosa evaluación de los pros y los contras relacionados con sus intereses privados; es imprescindible legislarlos apropiadamente. Naciones Unidas debería jugar un papel muy importante en este tema, estableciendo protocolos de actuación, códigos de buenas prácticas y actualizaciones de los tratados sobre el espacio ultraterrestre, adaptados a la medida de las diferentes misiones y ampliando los elementos básicos de la denominada Protección Planetaria, con ineludibles dosis de geoética y astrobioética.
Es cierto que las empresas privadas vienen contribuyendo a desarrollos tecnológicos y de instrumentación, a pequeña escala, relacionados con las grandes agencias nacionales e internacionales del espacio a través de la fabricación de instrumentos, equipos analíticos, antenas y diferentes dispositivos. Pero ahora es totalmente diferente, pues están siendo protagonistas principales, en algunos casos imprescindibles, en todo lo relacionado con la ingeniería aeroespacial y también con algunos aspectos científicos. En España no somos ajenos a esta tendencia de socialización del espacio, combinando lo público y lo privado, con compañías de lanzamientos, que están teniendo también un papel ejemplar. Asimismo, hemos realizado ya experimentos científicos con el apoyo de Space X: entre otros, el 13 de enero de 2022, enviamos un picosatélite español con basalto del Geoparque UNESCO de Lanzarote en un cohete Falcon 9, que despegó de Cabo Cañaveral en relación con la habitabilidad lunar.
El reciente y extraordinario éxito, logrado con Polaris, marca un nuevo paso en este periplo. El 15 de septiembre de 2024 regresaba a la Tierra, amerizando, la cápsula Resilience, con Jared Isaacman, Scott (Kidd) Poteet, Sarah Gillis y Anna Menon, quienes hicieron historia convirtiéndose en el primer grupo de astronautas no gubernamentales en realizar una caminata espacial. Además, esta misión ha batido otros récords, viajando más lejos que cualquier ser humano, desde la finalización, hace ya decenios, del programa Apolo de la NASA. Según se indica en su propia página web, el Programa Polaris constituye un esfuerzo para progresar en las capacidades de los vuelos espaciales tripulados, mientras se implementan, en paralelo, importantes causas en la Tierra. Será la base para la futura exploración y asentamientos en la Luna, Marte y más allá. Sus objetivos fundamentales están relacionados con la a) alta altitud, volando más allá de lo conseguido hasta el momento, estudiando la influencia en la salud humana del espacio en general y la radiación en particular; b) el primer vuelo espacial comercial; c) las comunicaciones en el espacio y d) investigaciones científicas médicas, entre otras. No hay que olvidar las sinergias entre ciencia, ingeniería y artes y ciencias sociales y humanas, como la reciente interpretación y retransmisión por parte de la astronauta Sarah Gillis en directo desde el espacio de la canción «Rey’s Theme», de la película «Star Wars: el despertar de la fuerza», en colaboración con orquestas de Estados Unidos, Haití, Venezuela, Suecia, Uganda y Brasil. Como ha indicado Elon Musk en X «hacer que la vida sea multiplanetaria y extenderla al espacio sería uno de los hitos más importantes, no solo en la historia de la humanidad, sino en el de la vida en sí misma». El proceso ya está en marcha.
Jesús Martínez Frías. De la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España.
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