A pesar del...

Políticos y soledad

Y, por fin, no descubrimos el Mediterráneo si apuntamos que la soledad se combate mejor en familia. Los políticos igual comprenderán que esa soledad es resultado directo de su ataque de décadas contra la familia

Los políticos, que se desviven por nosotros, han descubierto que nos sentimos solos. He visto que a derecha e izquierda están decididos a luchar contra nuestra soledad. Angelitos.

Pondré un ejemplo desde la izquierda, aunque, como digo, la campaña recorre el arco parlamentario, sistemáticamente volcado en convencerse y convencernos de que la intervención política y legislativa es indispensable para resolver nuestros problemas, y sistemáticamente renuente a reconocer que dicha intervención es su causa principal, y a menudo única.

Un editorial de El País llamó mi atención hace tiempo, porque empezaba: «Cada vez más solos. Es necesario un plan nacional estratégico que contribuya a aliviar el creciente aislamiento social». Claro que sí, un plan que sea nacional y para colmo de bienes estratégico: ¿cómo no se nos había ocurrido antes?

De entrada, lógicamente, y como siempre, la culpa es de la gente libre: «el modo de vida urbano en el que priman el individualismo y las prisas, aumenta el número de personas que no tienen la cantidad o la calidad de relaciones sociales que desearía». Maldito individualismo. Es decir, necesitamos más colectivismo. Porque la solución pasa por «promover iniciativas como clubes de lectura, excursiones, actividades culturales en grupo y programas específicos de acompañamiento. Pero eso requiere un plan nacional estratégico que está tardando demasiado en llegar».

Pues, no, señora. Lo que está tardando demasiado en llegar es la comprensión de que, como decía Ortega, no conviene pedir el retorno de lo que fue la causa del trastorno. Digamos, si resulta que quienes se sienten solos son los jóvenes en paro, obviedad que descubría un estudio del periódico, lo aconsejable es reducir los impuestos y los costes y regulaciones que lastran la contratación, y no aumentarlos para financiar excursiones. Si no pueden emanciparse y formar un hogar, lo que hay que hacer es liberalizar el mercado de la vivienda, cuando la izquierda hace todo lo contrario.

Y, por fin, no descubrimos el Mediterráneo si apuntamos que la soledad se combate mejor en familia. Los políticos igual comprenderán que esa soledad es resultado directo de su ataque de décadas contra la familia. En vez de concluir, como El País, que «es importante aplicar políticas públicas que faciliten las relaciones sociales», igual hay que dejar de hostigar a esa institución básica de la sociedad.