Editorial

El precio del dinero recoge lo sembrado

La verdad es que nos hallamos en un instante crítico en el que el BCE debe medir con extrema cautela sus próximos pasos. Pues tan malo es pasarse como quedarse corto

En casi ningún orden de la vida acontecen sucesos espontáneos de naturaleza desconocida. Existe un origen y unos fundamentos que contextualizan lo sucedido. En política, desde luego, pero sobre todo en economía. Si el precio del dinero ha alcanzado un umbral peligroso, hay razones que explican cómo se ha llegado a este punto de tensión, que, sin duda, no responden a la casualidad, lo imprevisible o lo inexorable. Tampoco al sadismo, la psicopatía o la ignorancia de quienes han apretado el último botón del pánico. Las convenciones y el empirismo económicos no conjeturaban, sino que certificaban, que transformar en normal lo extraordinario, como es la bajada de tipos de interés y el aumento de las inyecciones de liquidez, no resultaba inocuo en caso alguno, sino que abonaba el desequilibrio más temprano que no tarde. Así que el Consejo de Gobierno del Banco Central Europeo (BCE) ha decidido elevar los tipos de interés en 25 puntos básicos, de forma que la tasa de referencia para sus operaciones de refinanciación se situará en el 4,50%, en lo que ha supuesto la décima subida consecutiva para alcanzar el nivel más alto en más de 20 años. El «Guardián del euro» ha dado por consolidado un horizonte de persistencia de las tensiones inflacionistas, pese al estancamiento económico, y ha apostado por perseverar en el endurecimiento de su política monetaria. Conviene señalar que la entidad que preside Christine Lagarde no es un ente inocente en esta suerte de tormenta perfecta a la que parece que Europa está condenada. Apadrinó una controvertida política de estímulos ante un problema de salud como la pandemia, que no de crédito ni económico, que multiplicó la masa monetaria hasta el infinito, acompañada de demanda al calor de los tipos reales negativos. Se cebó así la espiral suicida de precios que padecemos y la consiguiente cirugía de hierro que ahoga los recursos domésticos y empresariales. Los políticos irresponsables y sus discursos milagreros a lomos del endeudamiento colosal, con el gobierno de Pedro Sánchez como referente aventajado, acodados en la barra libre del dinero gratis, apuntillaron el futuro. Moncloa no se ha apeado de ese discurso, mientras que sus socios populistas han criminalizado al BCE por intentar reconducir lo que entre todos desarreglaron, hasta convertirlo en otra suerte de terrorífica entidad a la que endosar culpas. El porvenir para familias y empresarios se antoja muy desasosegante con una amenaza cierta de decrecimiento económico que recogen ya los principales índices macro y micro. Que Sánchez y Calviño jaleen su obra política como un prodigio en Europa con lo que está cayendo y lo que se avecina resulta una tomadura de pelo y una falta de respeto. La verdad es que nos hallamos en un instante crítico en el que el BCE debe medir con extrema cautela sus próximos pasos. Pues tan malo es pasarse como quedarse corto.