
El trípode
«Progresistas sanchistas»: ¿Hasta cuándo…?
El daño reputacional infligido a España y a su Estado de Derecho no tiene precedente en ningún país democrático donde jamás se ha producido una situación similar a ésta
Imaginemos el respeto que van a tener por España y nuestro sistema democrático, tanto a nivel mundial como en especial nuestros socios de la UE, ante la situación a la que Sánchez ha colocado a nuestro país. El presidente de su gobierno que va al extranjero a rendir pleitesía a un dirigente político para que le permita seguir instalado en el poder. A un político que es un prófugo de la Justicia, por lo que reside fuera de España, y al que además ha amnistiado sin arrepentimiento alguno por su actuación delictiva. Y que simultáneamente tiene a su Fiscal General procesado para ser juzgado por el Tribunal Supremo acusado de la comisión de varios delitos. Y sin olvidar que está rodeado de procedimientos judiciales en su círculo familiar y en su círculo político. El daño reputacional infligido a España y a su Estado de Derecho no tiene precedente en ningún país democrático donde jamás se ha producido una situación similar a ésta sin que ya hace tiempo el afectado hubiese dimitido por dignidad y respeto a su país y a sus ciudadanos. El mismo Antonio Costa, también socialista, siendo PM de nuestro vecino Portugal, dimitió de su cargo -por un asunto del que después fue exonerado por la Justicia- por considerar que «la dignidad de las tareas de un Primer Ministro no son compatibles con ninguna sospecha sobre la integridad, el buen comportamiento y menos aún con cualquier tipo de acto delictivo». Y agregó: «No intentaré mantener el cargo de Primer Ministro, he sido muy claro al respecto. Es una etapa de mi vida que ya está cerrada». Hoy Costa es el Presidente del Consejo de la UE. Desde luego, por afinidad ideológica, similitud de responsabilidad política -e incluso de proximidad geográfica- podría aprender de él. En cuanto a sus socios de gobierno y sus aliados parlamentarios que «miran para otro lado», eso les retrata y les hace no solo cooperadores necesarios de tamaña indignidad política , sino ya de «plurinacionales y muy progresistas encubridores» de la misma. «Obras son amores y no buenas razones» y «por sus obras los conoceréis» y desde luego todos ellos, tan implacables contra la corrupción del Pp hace siete años , son ahora sumisos servidores de esta situación. Los secesionistas catalanes es comprensible que aplaudan su pleitesía ante Puigdemont; en cuanto al PNV su similitud creciente con Bildu lo explica también; pero los «progresistas» de Sumar y Podemos lo tienen más difícil. Por no hablar de los 120 diputados «progresistas, ex feministas y socialistas» del grupo parlamentario del Congreso. Que no existan ni cuatro de ellos que den un paso al frente resulta patético: ¿Hasta cuándo…?
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