El trípode

Los prostíbulos y el feminismo sanchista

Ante la patética situación política actual, Sánchez se proclama un «político limpio al frente de un partido ejemplar»

La comparecencia de Sánchez en el Congreso de los Diputados para presentar su «Plan de Regeneración Democrática» ha significado un punto de inflexión (un «parteaguas») en el debate político nacional, con la denuncia de Feijóo a Sánchez de ser «partícipe a título lucrativo del abominable negocio de la prostitución». Y, como era de esperar, las noticias relativas a ese negocio se acumulan con nuevas informaciones al respecto, por parte de unos y de otros, al tiempo que desde las filas del sanchismo se descalifica a Feijóo, acusándole de incluir a los familiares en el debate político. Este argumentario del «equipo de opinión sincronizada» no se sostiene ni un ápice, y basta con recordar dos ideas fundamentales al respecto. Una, es que el «puto amo», en definición del ministro Óscar Puente, no ha dejado de acusar desde hace meses a la presidenta de Madrid –y la última fue precisamente en ese debate en el que tuvo esa respuesta–, porque, según él, su pareja es un defraudador fiscal. Y por cierto, por lo que se le está instruyendo un procedimiento judicial al mismo Fiscal General del Estado y a otros altos funcionarios, por revelar información personal suya protegida por la ley. La otra cuestión a tener presente a efectos de esa significativa cuestión es que en la primera línea del debate político, tanto a nivel general como en esa comparecencia en particular, la prostitución estuvo y está muy presente, como es de dominio público. El propio Sánchez lo introdujo nada más comenzar su intervención desde la tribuna, afirmando su decisión de prohibirla mediante una ley. También es importante no olvidar que Sánchez protagonizó, hace ya siete años, la única moción de censura que hasta ahora ha conseguido derrotar al Gobierno desde la aprobación de la Constitución. Y que lo hizo para «acabar con la corrupción del PP», presentándose como «garante de preservar la calidad de nuestra democracia», a la que veía amenazada por ella. Parecería razonable que, después del tiempo transcurrido desde entonces, ya hubiera tenido ocasión de presentar ese Plan que ahora anuncia, y que su labor de gobierno hablara por sí misma. Y en lugar de ello, el sanchismo está cercado de casos de corrupción en su Gobierno, su partido, su familia e incluso en su Fiscal General. Ante la patética situación política actual, Sánchez se proclama un «político limpio al frente de un partido ejemplar». Y dice que para él y su familia tirar la toalla sería lo más fácil, pero hay que hacer no «lo más fácil», sino «lo correcto». Y Yolanda no permitirá que «la única luz existente en esta oscuridad se apague». Sobran palabras. Continuará.