Letras líquidas
Qué hacer con un Picasso
Qué privilegio conocer hoy todas las razones ideológicas, históricas, políticas o, a veces, más domésticas que se esconden detrás de cada cuadro
Seguro que usted, en algún momento de su vida, ha tenido dudas sobre dónde poner un cuadro. Un regalo poco acertado, aquel impulso que le llevó a comprar una lámina que ya no le gusta o un recuerdo que no le trasmite nada bueno. Son muchos los motivos que puede haber detrás de la indecisión doméstica en torno a la ubicación de las pinturas y que, en el peor de los casos, terminarán escondidas, perdidas u olvidadas en el fondo de algún armario, algún altillo o directamente en el trastero. Esto no fue lo que les pasó, pero casi, a dos Picassos («Mujer acostada en el sofá» y «El almuerzo sobre la hierba») que acabaron luciendo en las paredes de los baños de mujeres del Museo de Arte Antiguo y Nuevo (MOMA) en Australia. La directora de la pinacoteca decidió colgarlos allí como respuesta a una sentencia que había clausurado una de sus muestras y a la que solo se permitía el acceso a mujeres, «Ladies Lounge»: la denuncia de un visitante (hombre) molesto por no poder verla terminó con la decisión judicial del cierre y con las dos obras en el aseo. La batalla de los sexos o cómo el arte acaba condicionado por múltiples factores. Y viene a cuento eso del destino de los cuadros, elementos materiales y tangibles, por la exposición que en el Museo Thyssen en Madrid exhibe la obra de Rosario de Velasco. Una de las principales representantes de la generación del 27, casi desconocida hasta ahora y cuyos lienzos ha recuperado su sobrina en una labor incansable a través de las redes sociales. Un repertorio de 60 fogonazos de color y modernidad que permite conocer la contribución al arte de la pintora y su generación, mujeres que en España y a comienzos del siglo pasado compartían talento y vanguardias con sus contemporáneas de otros países para caer, después, en el olvido. Qué privilegio conocer hoy todas las razones ideológicas, históricas, políticas o, a veces, más domésticas que se esconden detrás de cada cuadro y qué felicidad poder tener la duda de dónde colgarlo. Incluso aunque resultaran ser meras reproducciones, como los Picassos de Australia.
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