Editorial
Que solo te elogie Hamás lo dice todo
Como el brazo político de ETA y los golpistas supremacistas, Hamás es otra de esas tenebrosas y miserables compañías que describen a la perfección el sanchismo
La guerra que Israel libra contra el terrorismo atraviesa unas horas cruciales con el alto el fuego y el intercambio de rehenes y presos palestinos. Hasta llegar a este punto, las negociaciones han sido intensas, dificilísimas, de una complejidad extrema, con el encaje de multitud de variables y equilibrios por un bien mayor como es la libertad de los inocentes secuestrados en manos de Hamás. Lo que se precisa en estos casos por todo aquel que quiera colaborar de buena fe a que esta calma tensa no se quiebre, incluso que se pueda prolongar, es respeto y prudencia. Los actores de reparto no reúnen mayor protagonismo en esta tragedia que el que otorga su voluntad de sumar a que la democracia derrote al mal y que las sociedades de todo el mundo se solidaricen con las víctimas. Se trata de empatizar con ellas, e identificar con nitidez a los verdugos que han desatado este infierno con una matanza indiscriminada y que han condenado a una población civil subyugada en Gaza por estos falsos liberadores que han sacrificado a miles de ellos como escudos humanos, ocultando sus infraestructuras terroristas en hospitales y escuelas. Pedro Sánchez ha desperdiciado la ocasión de haber contribuido con inteligencia y responsabilidad y la cautela y la templanza propias de la mejor diplomacia, marcando de manera lesiva diferencias con la posición de compromiso con Tel Aviv y de condena del terrorismo de todas las grandes cancillerías del mundo, incluidas las principales europeas. En este punto, toca reseñar que Pedro Sánchez es presidente de turno de la UE y que, como tal, sus excesos y equivocaciones han comprometido la imagen y el papel de la Unión en la región, limitado a poco más que el de un triste convidado de piedra. La crisis insólita y gratuita que ha generado la visita del inquilino de La Moncloa, sus palabras hostiles contra el estado hebreo, su aliento a las posiciones de Hamás y su anuncio sobre el reconocimiento unilateral del estado palestino, ha condenado más todavía a España a la irrelevancia exterior cuando no al aislacionismo como un socio con poco crédito y merecedor de menos confianza. En Europa, Estados Unidos y, por supuesto, Israel, se había tomado ya buena nota que Sánchez ha apostado por un gobierno con elementos antisemitas, pro Hamás en algunos casos, que han tachado al primer ministro judío como criminal de guerra y genocida. Es, como hemos defendido, colocarse en el lado equivocado de la historia, ahora fuera de nuestras fronteras, como antes lo ha hecho en el ámbito doméstico. Que los terroristas de Hamás hayan sido la única voz de elogio y respaldo a Pedro Sánchez supone una prueba de cargo contra un discurso y una presencia en esa región maltratada que se podría haber ahorrado. Como el brazo político de ETA y los golpistas supremacistas, Hamás es otra de esas tenebrosas y miserables compañías que describen a la perfección el sanchismo.
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