Y volvieron cantando

Reafirmándose en las siglas

Lo hemos visto en muy señaladas votaciones parlamentarias en las que nadie se ha movido de la disciplina

Vaya por delante que la denuncia de García Page al acuerdo de su partido con Puigdemont NO va a corresponderse con un voto contrario a la investidura de Sánchez por parte de los diputados socialistas castellanomanchegos. El Partido Popular –especialmente desde que Núñez Feijóo ejerce su liderazgo– siempre ha tenido una tendencia que particularmente no llego a entender, por reivindicar en el adversario político socialista la existencia de un PSOE «amable» irrenunciablemente alineado con la Constitución entendida dentro del régimen del 78 que ha supuesto décadas de prosperidad para el país marcada por la alternancia en el poder. Seguramente no se equivocan los populares, porque en el partido liderado por Pedro Sánchez todavía hay quienes más con palabras que con hechos se revuelven contra las líneas rojas a las que obliga pactar con el separatismo, pero al mismo tiempo ignoran que, lejos de haber una mínima reciprocidad, nadie en el PSOE –va en los genes de toda la izquierda– se digna a reconocer las aportaciones que el PP ha hecho a la democracia y a la modernización de este país. Muy al contrario, el catecismo socialista tiene permanentemente marcado en negrita el manido argumentario de una derecha no homologada con las europeas y en contraste con el reconocimiento de Feijóo a figuras como la de Felipe González, de un desprecio iracundo hacia los expresidentes populares a los que se sitúa como referentes de dejación política en el caso de Rajoy o de ultraderechismo tramontano en el caso de Aznar. En definitiva, para que en Genova-13 se lo hagan mirar.

Con esos mimbres lo que además se fomenta desde el PP son los puntuales llamamientos a determinados sectores del PSOE por saltarse disciplinas de partido encaminadas a desautorizar el sanchismo. Craso error que, en casos como el del partido socialista de Castilla La Mancha, ha degenerado en un nuevo cierre de filas en torno a las siglas del PSOE –ya saben, patriotismo de partido– sencillamente porque cualquier contestación interna está abocada al fracaso a poco que sobre sus velas sople el viento del rival político. Lo hemos visto en muy señaladas votaciones parlamentarias en las que nadie se ha movido de la disciplina, e incluso en el campo contrario con aquella votación en la que a pesar de la contestación interna a la guerra de Irak nadie rompió contra Aznar la disciplina de voto. Ojo con cohesionar al adversario.