El canto del cuco

El remedio de las urnas

El remedio de las urnas, a pesar del leve riesgo de que se repitan los resultados, parece el más probable a estas alturas. Eso es lo que se barrunta

Damos por supuesto, en medio del galimatías político, que aquí van a suceder cosas que, de momento, están por ver. Se abusa de la clarividencia propia en plena oscuridad. Se imponen las consignas de los partidos, que prenden con extraordinaria facilidad en un ambiente caliente y polarizado. A una semana de la sesión de investidura, nadie se atreve a poner en duda el fracaso de Feijóo, a pesar de estar rozando la mayoría absoluta. Se supone que no habrá sorpresas y que el debate parlamentario no va a servir para nada. «Una pérdida de tiempo», airean sus adversarios, que consideran improcedente que, en vísperas del acontecimiento, el candidato popular movilice la calle contra los planes del presidente en funciones. Mientras tanto, éste, sus ministros, ministras y colaboradores, más que gobernar, se dedican a criticar a la oposición.

Supongamos que, en efecto, se cumplen los pronósticos y el ganador de las elecciones no logra, aunque sea por los pelos, el visto bueno del Congreso. ¿Quién puede dar por hecho que el Rey va a encargar de nuevo a Pedro Sánchez formar Gobierno? Antes, el Jefe del Estado volverá a escuchar, en una nueva ronda de consultas, las intenciones de los distintos grupos parlamentarios. Formaciones imprescindibles para sacar adelante la investidura sanchista –ERC, Junts y Bildu– no reconocen la autoridad monárquica y seguramente no comparecerán en palacio. ¿Deberá aceptar el Rey las cuentas que le presente Sánchez? Eso, sin contar a cambio de qué, con qué condiciones, le prometen sus votos estas fuerzas secesionistas, que rechazan la unidad de España y la propia Monarquía. ¿Qué tendrá que hacer Felipe VI si se ve obligado además a firmar una ley de Amnistía a favor de los golpistas catalanes, presumiblemente anticonstitucional, para poder investir a Pedro Sánchez presidente del Gobierno por segunda vez? A mí no me gustaría estar en su pellejo.

Así que todo está por ver. El Rey, si Feijóo no obtiene el aval del Congreso, puede tomar una de estas tres decisiones: encargárselo al dirigente socialista, a pesar de haber perdido las elecciones y de contar con unos socios tóxicos e inseguros, proponer una figura prestigiosa, una personalidad independiente de consenso, o disolver las Cortes y convocar elecciones. Uno apostaría por que hable el pueblo para salir del laberinto en que está metida España. El remedio de las urnas, a pesar del leve riesgo de que se repitan los resultados, parece el más probable a estas alturas. Eso es lo que se barrunta. De hecho, los partidos han empezado a calentar la calle por si acaso.