Editorial

La repetición electoral es un mal remedio

Esa segunda vuelta electoral únicamente garantiza el sonrojo para el PP y Vox y la ocasión para que la izquierda explote el desánimo y la decepción de un electorado liberal conservador frustrado con sus representantes

La situación política en Extremadura, epicentro de las tensiones poselectorales en el centro derecha, sigue encallada y sin aparente solución a corto plazo. En este instante, parece haber más deseos de desencuentro que voluntad de entendimiento, especialmente en Vox, que, guiado por intereses que tendrán que explicar más tarde o más temprano, ha forzado una negociación que se parece demasiado a un trágala, casi una rendición, de una fuerza política como el PP que quintuplica su representación en la asamblea extremeña. En esas circunstancias, manejarse en términos maximalistas no parece un prodigio de sensatez siempre que el propósito sea todavía dar cumplimiento al mandato del pueblo soberano en los últimos comicios autonómicos. Hay que recordar las veces que sean precisas que los electores extremeños no votaron por una repetición de la cita con las urnas. Lo hicieron por una alternativa al socialismo hegemónico que ha condenado a perpetuidad a la región al furgón de cola del Estado. Conviene no olvidar ni relativizar las aspiraciones de la gente, ni reinterpretarlas de forma torticera conforme a los intereses políticos de parte. En Vox se han desorientado por completo en este terreno con una estrategia moldeada por el núcleo más inflexible del partido con una tendencia acusada a confundir deseos, incluso veleidades, con la realidad del peso y la ascendencia de la organización. Nuestra democracia ha sido fértil en desapariciones aceleradas de organizaciones políticas que nacieron en su tiempo con la pujanza y el vigor del partido de Abascal y que luego cayeron víctimas de sus errores. Al parecer, morir de éxito no resulta tan difícil cuando te conduces con contumacia en el desacierto. Esa deriva provoca además daños colaterales como que en el mundo financiero entiendan que Vox no es un factor que sume a la imagen del país en Europa. Es apremiante quebrar el bucle extremeño que, si algo consigue, es la desmovilización del electorado en un instante crítico para el país, letal además para el centro derecha. Poner los intereses generales por encima de cualquier otro, desde posiciones posibilistas y no obstruccionistas, no es pedir un imposible. Las legítimas aspiraciones del PP y Vox en dar forma al mandato de los ciudadanos no están en discusión siempre que el imprescindible pacto no se convierta en el instrumento para certificar cuotas de poder que las urnas negaron. Queremos recalcar que esa segunda vuelta electoral que la candidata popular María Guardiola ha enarbolado con ligereza e imprudencia es un mal remedio que únicamente garantiza el sonrojo para el PP y Vox y la ocasión para que la izquierda explote el desánimo y la decepción de un electorado liberal conservador frustrado con sus representantes. Incluso en política, casi siempre vale más un exiguo acuerdo que un buen pleito.