Aquí estamos de paso
De ruido y furia
La política española entró hace tiempo en una rueda de estrépito y desencuentros
Semana de ruido y furia. De estrépito por el reconocimiento del Estado Palestino en plena guerra y en campaña europea, y de furia por la desmedida reacción del gobierno ultra de Israel que recuerda que es capaz de «dañar a quien nos daña». De ruido y su punto de furia también por la fuga de gas tóxico en un gobierno incapaz de contener su tendencia a hacerse auto oposición. Ahora, a cuenta del compromiso con Ucrania renovado durante la visita de Zelenski. A Sumar no le gusta que se le faciliten armas para su defensa al país agredido por Rusia. Es la vieja historia de la paz al precio del sometimiento del débil sobre todo cuando el fuerte no nos es del todo ajeno. Resulta intelectual y políticamente sorprendente que alguien siga defendiendo una suerte de hipotética vía diplomática después de tantos meses y tanta sangre derramada en Ucrania. Dejar de armar a los agredidos es conceder la victoria a los invasores. ¿Es tan difícil de ver lo obvio?
Ruido y furia que mañana alcanzarán otro territorio, el del independentismo que perdió el procés pero ganará una amnistía para sus 400 de las Termópilas catalanas, tomados como héroes espartanos por su propia clá, que no tendrá mayoría en el Parlament, pero será llave, vía Esquerra, en la nueva edición de gobierno socialista en la Generalitat. El jueves llega al Congreso la Amnistía que es el pago aplazado del gobierno, dividido y enfrentado, por los siete votos de Puigdemont. Quizá me equivoque pero con el salvoconducto en la mano, y siempre que sean suficientes las garantías de que la Justicia no le va a molestar, es posible que la banda de Puigdemont se deje vencer por la tentación de incomodar hasta el cansancio y la caída al gobierno de la áspera convivencia. El procés ha muerto, pero sus urdidores conservan aún las armas y son capaces de hacer daño. Dañar a quien nos dañe, también aquí.
De modo que entre lo de Palestina, Ucrania y la inminente amnistía a la carta, nos va a quedar una semana de mucho quehacer tertuliano con análisis y perspectiva.
Todo ello en el escenario de una campaña electoral europea que, como sucede con las elecciones autonómicas, dará también pistas de la salud del gobierno de Pedro Sánchez.
Faulkner contó en su cuarta novela, que le tomó el título a un verso shakesperiano «un cuento relatado por un idiota lleno de ruido y furia», la historia de una decadencia familiar a través de la mirada de cada uno de sus miembros.
La política española entró hace tiempo en una rueda de estrépito y desencuentros, de ruido y furia descontrolados, de gestión de la cosa pública alejada sin pudor de los intereses generales, centrada sobre todo en estrategias de ascenso y supervivencia. Del gobierno esta última, de la oposición la primera.
Ruido y furia que definen un escenario y se alimentan sin cesar. Acaso tuviera que pedir disculpas o humildemente solicitar licencia a dos caballeros del arte literario de la talla de Shakespeare y Faulkner, pero no me resisto a dejar aquí negro sobre blanco que aunque nada tengan que ver con estos orígenes literarios, el ruido y la furia que nos envuelven pudieran ser el envoltorio del final de un tiempo político. ¿Intuido por un idiota? Quizá puedan por ahí tirar mis críticos, pero esa parte del debate no me cabe ya en esta columna.
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