Opinión

Sanchez cree que somos tontos ¿tiene razón?

¿Será nuestro presidente el político más embustero de la historia? Dicen los psicólogos que la profesión más mentirosa es justamente la del político

Bildu, el nuevo socio de Sanchez, al que ha regalado la ciudad de Pamplona para seguir viajando en Falcon, es el brazo político de quienes segaron casi treinta vidas por allí. Y eso incluye la muerte de niños, sí, esas personas de corta edad y estatura con las que se llena la boca y se tapa la cara el PSOE cuando se refiere a Israel, que Bildu, no ha condenado aun, como tampoco condenan el asesinato de Miguel Angel Blanco, uno de los crímenes más espeluznantes de la historia, para cualquiera que no esté seriamente infradotado.

Insisto, cuando hablo de Bildu y el mal, no pretendo hacer poesía, no es una metáfora, cuando hablo de que Pedro Sanchez regala Pamplona con la mayor de las psicopatías posibles no es una hipérbole. Recordemos que en las últimas locales Bildu se presentó con 44 miembros de la banda terrorista, siete de ellos arrastrando delitos de sangre.

Lo mejor, aunque de Sanchez todo es lo mejor, cada día mejor, como un psicothriller de Netflix de los que nos enganchan desde lo peor que hay en nosotros, es que en su anterior joya literaria, “Manual de postureo” (o de buenismo), o de Resistencia, como su editorial lo tituló, asegura que uno de los bulos más terribles que el pobrecito ha vivido fue cuando en 2016 se dijo que él sería capaz de pactar con los independentistas y formar gobierno con Bildu.

¿Será nuestro presidente el político más embustero de la historia? Dicen los psicólogos que la profesión más mentirosa es justamente la del político a la hora de ganar las elecciones o mantenerse en el poder. Casi todos los políticos intentan manipular la opinión pública (por lo que a mí respecta todos exhiben conductas populistas) y desviar la atención de las gentes de los asuntos críticos que les atañen.

Las mentiras de los políticos, también pueden ser una táctica, como las de los niños o los empleados, para encubrir errores, malas decisiones o conductas indebidas. O quizá por un narcisismo y un complejo de superioridad asquerosos, donde consideran que están por encima de nosotros, los votantes, pobres y estúpidos mortales, peones cuyo único quehacer en este mundo es financiar sus ilustrísimas vidas, las únicas que cuentan, las únicas que importan.

¿Por qué piensan que somos idiotas? Antes de responder a esta pregunta hay que aclarar una premisa. En un mundo global y conectado como este, si este mundo funcionara con arreglo a la lógica y la razón, el tonto sería el político al mentir; en efecto, en este mundo hiper informado donde la mentira se descubre antes de terminar de decirla y un político mentiroso es reconocido y señalado de inmediato, sería de una imprudencia suicida que mintieran al electorado… Sin embargo, Pedro Sanchez, por tirar de nuestro ejemplo más notable, emite falsedades con máximo descaro, sabe que será señalado por la hemeroteca, pero continúa haciéndolo porque los votantes no le castigan. Todo lo contrario.

¿Somos idiotas los votantes? ¿O quizá somos aún más cínicos y perversos que los políticos?

Se ha demostrado que la mente humana está diseñada para aceptar información que sea eficaz para conseguir ciertos objetivos, aunque no sea cierta. Y que en caso de que haya un conflicto entre dos grupos, los seres humanos estamos diseñados para priorizar aquella información que nos ayude a fortalecernos, aunque conozcamos de forma objetiva que la información que defendemos sea mentira.

Por otra parte, la pérdida de contundentes y profundos valores humanos en el siglo XXI nos ha llevado a una evidente ansiedad ante la muerte y el paso del tiempo, así como una búsqueda desesperada de identidad. La mayor parte de la gente no sabe quién es (ni donde tiene la nariz) por eso adquirimos un fuerte sentido de la pertenencia ante grupos absurdos y a veces contradictorios entre sí, porque nos garantizan identidad y seguridad, donde adquirimos pautas de comportamiento y pensamiento ante los que somos alarmantemente poco críticos.

En estas circunstancias, las mentiras (de Sanchez o cualquier otro oportunista) cohesionan el grupo y exaltan las diferencias con el grupo oponente.

El problema, un problema muy grave, es cuando el político, como aquí y ahora Sanchez, cree que puede mentir sin consecuencias. En este caso, puede sentirse inclinado a hacerlo sistemáticamente y así dominar a su grey. Paradójicamente el político trolero aparenta ser más válido, más sincero, más legítimo, porque a los hombres, no nos gusta que nos digan las cosas como son, sino tal como deseamos que sean. La nueva “Tierra firme”.