El buen salvaje
Secundarios
Sánchez existe porque hay sanchistas, de la misma manera que la Rama Davidiana de los Davidianios Adventitas del Séptimo Día aceptó el delirio de David Koresh en Waco, Texas
Todo o casi todo está dicho sobre Pedro Sánchez. Menos su carta astral, que no he visto aún en ningún medio (todo se andará), hay infinidad de análisis políticos y psicológicos que sitúan a la figura en un lugar oscuro donde Tolkien pondría a Sauron en su torre monclovita y hoy en el corredor humanitario del Congreso de los Diputados. Tendrá un gran día, de esos que no se olvidan en el diario de sesiones por mucho que le saquemos la hemeroteca y le recordemos que donde ahora dice constitucional antes proclamaba lo contrario.
El emperador puede hacer que arda Roma mientra toca la lira, pero los que le ofrecen las cerillas y defienden que el fuego en realidad es agua, a esos que ni siquiera saldrán en el diario de sesiones, me pregunto, qué toman para dormir bien por las noches y levantarse, y lavarse los dientes ante el espejo como si no pasara nada. Los delirios de grandeza del presidente pueden ser patológicos, pero qué se lleva a la cama la claque, los diputados que esta mañana aplaudirán al pirómano sabiendo incluso que ya no habrá mangueras que sofoquen las llamas. Entiendo lo difícil que es retener una decena de nóminas. ¿Pero tantos cientos de nóminas?
Todos ellos, los que a esta hora calientan sus escaños con la mandíbula tensa, son los actores secundarios sin los que no se rodaría esta película guerracivilista por la que no van a protestar en los Goya. Los Javis tienen aquí la segunda parte de «La mesías». Sánchez existe porque hay sanchistas, de la misma manera que la Rama Davidiana de los Davidianios Adventitas del Séptimo Día aceptó el delirio de David Koresh en Waco, Texas, o los Heaven’s Gate, el de Marshall Appllewhite que mezclaba las creencias presbiterianas con la tecnología internauta y los ovnis. Al final, Dios era una extraterrestre y para llegar a Él había que suicidarse tomando puré de manzana con barbitúricos. Permitan la hipérbole en la comparación de los hechos, no así en la trepanación cerebral. En este caso cientos dirán que sí y nos suicidarán a todos.
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