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Sistema electoral viciado y clientelismo partitocrático

Su obediencia, en un clientelismo partitocrático, es para quien de verdad los elige, que no son los electores sino los jefes del partido

Maurice Duverger (1917-2014) ya lo explicó hace 70 años en su manual «Instituciones Políticas y Derecho Constitucional»: «Los distintos sistemas electorales tienen consecuencias muy diferentes, especialmente sobre los partidos políticos», se puede leer en la edición española de 1970, refundida por Jordi Solé-Tura (1930-2009). «Los diversos sistemas electorales –escribía Duverger– no son instrumentos pasivos que registran pura y simplemente la opinión: también contribuyen a darle forma, a modelarla de una manera determinada, diferente en cada uno de ellos». España aplica un sistema proporcional de listas cerradas, corregido por la regla D’Hont, que debe el nombre a su creador Víctor D’Hont (1841-1901), un oscuro belga, profesor de la Universidad de Gante.

El sistema puede tener ventajas, pero acarrea vicios notables, que en el caso de las elecciones a la Comunidad de Madrid quizá roza el esperpento y también en circunscripciones que eligen muchos diputados o concejales. La próxima Asamblea de Madrid estará integrada por 135 miembros, escogidos proporcionalmente de las listas que presenta cada partido con otros tantos –¡135!– aspirantes al escaño. Todos los sondeos –incluidos los de Tezanos– coinciden en que el PP obtendrá más de 60 escaños y Más Madrid y el PSOE superarán los 20 cada uno. Eso significa que, por ejemplo, Marta Marbán de Frutos (PP), Marta Lozano Sabroso (Más Madrid) y José Luis García Sánchez (PSOE) serán elegidos diputados autonómicos. Figuran en los números 60, 20 y 19 de sus respectivas listas. Nadie duda de su valía, pero es improbable que la inmensa mayoría de los votantes de esos partidos tengan una remota idea de quiénes son o incluso sepan de su existencia. Están ahí y luego en la Asamblea porque la dirección del partido los ha elegido a dedo y, claro, no representan a los votantes, ni les deben más que una muy débil fidelidad. Su obediencia, en un clientelismo partitocrático, es para quien de verdad los elige, que no son los electores sino los jefes del partido, lo que vicia una representatividad que, no obstante, es legítima. Por eso, como apunta el sociólogo Juan José Toharia, tampoco «los políticos conocen a los ciudadanos». Hay otros sistemas claro, pero para muchos lo más conveniente y lo más sencillo es, «declarar elegidos a los candidatos colocados en cabeza de la lista; pero así se llega a privar parcialmente a los electores de escoger a los elegidos y se traslada la decisión a los comités electorales que confeccionan las listas», como ya detalló Duverger.