Aunque moleste

Sumar, restar y dividir

Si algunos dirigentes no saben hacer política, mejor que se dediquen a otra cosa

Los pactos siempre conllevan riesgos. La más mínima equivocación puede desencadenar una ola de apego o desapego. Desde los tiempos pretéritos en los que Rojas Marcos dio los votos del PSA a UCD, con el resultado conocido de su ulterior desaparición, la política enseña que pactar no es un acto baladí. Por eso el desenlace de las conversaciones PP-Vox puede ser un éxito o puro desastre. Tras los últimos movimientos, las encuestas no muestran un corrimiento del electorado, pero sí cierto deslizamiento en favor de la izquierda, que recupera alguna posición sobre el 28-M. Algo a confirmar, en cualquier caso. Habría que analizar después si esa subida se debió más a la movilización del abstencionismo de la izquierda o a un trasvase de sufragios de PP a PSOE. Hipótesis ésta última inverosímil. Los que votaron centro-derecha en las municipales difícilmente se van a cambiar de bando ahora. Sí que puede haber cierta desmovilización de la diestra en la medida en que la división y el ruido perjudican. Los votantes de PP y Vox dan por hecho que el pacto entre ambas formaciones se va a producir. No hubo efecto negativo en Castilla y León ni tampoco por el acuerdo legislativo de Andalucía. Tanto una formación como la otra avanzaron en respaldo popular y parlamentario, más favorable en el caso popular. Pero con mejora para ambos. Por esa misma razón, un desacuerdo con exceso de barullo, como en el caso extremeño, restará soporte a uno de los protagonistas.

Ciertamente lo ideal es siempre obtener un resultado que permita gobernar sin pactar. Sólo que eso es cada día más complicado. Cuando llega el momento, lo que reclaman los electores es que la clase política cumpla con su obligación y consiga el acuerdo. Más difícil fue consensuar la Constitución y sin embargo lo lograron partidos tan extremos como el PCE y AP. No lo hicieron, desde luego, actuando como en el caso extremeño, acumulando entrevistas, ruedas de prensa y declaraciones mediáticas, sino negociando hasta la extenuación sin cámaras ni focos. Los profesionales de la política saben que sólo así se pueden superar distancias a priori insalvables. Los aficionados actúan como Pablo Iglesias, que le ofrecía el acuerdo de gobierno a Sánchez a grito pelao en el Congreso. Un escenario tan ridículo como ineficaz.

Lo de Extremadura es agotador. Suponían los votantes que estaban ante políticos serios, pero se encuentran de golpe frente a un tumulto de gente amateur. La señora Guardiola habla demasiado y trabaja mal la retaguardia. Pactar significa renunciar. Unos a unas cosas, otros a otras. Apartar lo que es incompatible y centrarse en lo que une. El ruido no ayuda. Insultar a aquel con el que te vas a tener que sentar en la mesa, menos aún. Recomendación buena para todas las partes. La altanería de Vox sobra. La hiperactividad improvisada de Guardiola también. Más tiene que ceder quien peor resultado ha obtenido, es lógico. Pero todos los implicados deben hacer un esfuerzo de aproximación. No queda otra. De lo contrario el castigo en las urnas está asegurado.

Hablando de sumar y de restar, hay que saber que el ruido nunca suma, sino que resta. Y finalmente divide. Eso es de primero de política. Si no saben hacer política, mejor que se dediquen a otra cosa.