Tribuna

Superpoblación, el problema que nadie quiere abordar

La velocidad de crecimiento de la población es tal que los últimos mil millones sólo han requerido 12 años

El incesante incremento del consumo energético lleva aparejados dos debates y sus consecuencias. El primero y más acuciante es el de atajar el consumo de combustibles fósiles. Por dos motivos de sobra conocidos. El primero, porque son finitos. No hay carbón, petróleo y gas para siempre. Las reservas menguan y más en la medida que se acelera el ritmo de su consumo. Luego está la cuestión del cambio climático que nos ha llevado a declarar la emergencia climática y a acelerar el proceso de reducción de las emisiones de CO2.

En segundo lugar, su sustitución por las llamadas energías renovables. Lo que no es fácil. Se avanza en el sector del automóvil. Pero aún se está lejos en la aeronáutica. O en el transporte marítimo. A no ser que volvamos a la vela y al remo como antaño los vikingos.

Otra cuestión es el debate que se elude sobre la energía nuclear que para nada hoy es la prioridad. Su eliminación. Entre otras, porque nada tiene que ver con la emergencia climática y el efecto invernadero. Sin olvidar que es inviable, a medio plazo, sustituir completamente los combustibles fósiles. O creer que no van a existir a su sustitución. No sólo por parte de los países productores y exportadores de crudo o de gas.

Desde posiciones izquierdistas se reclama, en paralelo, una reducción del consumo energético. Y, por ende, el decrecimiento. Aprender a vivir de otra manera. Tiene lógica. Solo que aun planteando esa posibilidad de poco serviría si la población mundial sigue multiplicándose en proporción geométrica. Dicho de otra manera, ¿de qué sirve decrecer si sus efectos se compensarían con el aumento sostenido de la población?

Los 8.000 millones de personas ya son una realidad. La velocidad de crecimiento de la población es tal que los últimos mil millones sólo han requerido 12 años. Da vértigo. Los que más empujan en esa dirección son los países subdesarrollados. Con el continente africano a la cabeza. Aunque los dos países que más población atesoran son India y China. De estos, sólo en uno se han tomado en algún momento impopulares medidas para contener la población. Es el caso de China y su polémica política del hijo único en su momento. Pronto, al ritmo actual, la India sobrepasará la China. Sin olvidar el vertiginoso aumento de la población en Nigeria que cuenta con 220 millones de personas. Que pueda doblar, según las estimaciones que se manejan, en el año 2050. Esto es, llegar a los 400 millones de habitantes. Lo que la igualaría con la población total del conjunto de la Unión Europea que de poco sirve que contenga su población. O que incluso tenga un crecimiento vegetativo negativo. Porque si Nigeria estaría en el umbral de doblar sus habitantes en menos de 30 años, el planeta Tierra se dispararía a 10.000 millones en el mismo periodo.

El auténtico problema de la humanidad es ese, no otro. ¡Que nos estamos multiplicando como una plaga de conejos que amenaza el conjunto de recursos del planeta! Ante esa situación cualquier otro problema es menor. No hay solución para la humanidad si no se acota el actual crecimiento. Si no se le pone límite, si no se toman medidas de control de la natalidad. Y pese a que la ONU intenta alertar sobre la cuestión, nadie se lo toma en serio. O nadie se atreve a abordar el problema de frente. Tal vez porque es un problema irresoluble. O tal vez porque esperamos que el ardor guerrero dé una tregua con un episodio bélico espeluznante. Aunque eso no solo es improbable, es que ni con episodios como las grandes guerras del siglo XX se lograría estabilizar la población mundial al ritmo que crece actualmente.

No hay política energética de contención que resista ese imparable aumento de la población mundial. Nada de lo que se pueda decir o hacer tiene recorrido a largo plazo si el Mundo sigue desbocado sin control de natalidad.

Ni exigentes cumbres para reducir la emisión de gases, ni de control y racionalización de los recursos hídricos que, además, van a ser una fuente de conflicto ante la escasez que se deriva de un mundo que deberá alimentar y abrevar a sus muevas almas. Toda política que siga obviando que el mundo se está multiplicando sin cesar es sólo un parche. Porque siendo necesario revertir las emisiones de gases tóxicos, de nada sirve si no se da un vuelco en la evolución de una humanidad que va camino de morir de éxito.