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Las temperaturas medias anuales en España han aumentado desde 1964

Comparando 2024 con los registros de temperaturas de 1880, considerado el inicio de la era industrial, el alza de la temperatura a nivel global ha sido de 1,5 grados.

El planeta está vivo y está inmerso en un enésimo ciclo climático. Una nueva crisis climática acecha a la Tierra. Los registros científicos de las últimas cuatro décadas nos alertan de cambios que se aceleran año tras año en el incremento de las temperaturas en superficie y en el mar, que amenazan la continuidad de la vida en el planeta. Las capas de nieve, los glaciares y el hielo ártico y antártico retroceden. El nivel del mar consecuentemente asciende, amenazando la vida en litorales y en islas.

En España, la Agencia Nacional de Meteorología (AEMET) constata un incremento de las temperaturas medias anuales de 1,6 grados desde 1961. España es muy sensible a las temperaturas de los mares que la rodean, que aumentan su calentamiento, repercutiendo en la península e islas. Los cada vez más recurrentes episodios de gotas frías y lluvias torrenciales nacen por el sobrecalentamiento del agua marina. Así, todas las boyas fondeadas en el Mediterráneo pertenecientes a la Red Exterior de Puertos del Estado han marcado récords individuales para el mes de junio, la mayoría a finales de mes. La máxima ha sido de 30,5º y fue marcada el pasado 30 de junio por la boya de Dragonera (Baleares), que ostenta el récord absoluto de la temperatura del agua del mar, con 31,8º, registrados en agosto de 2024. El mismo 30 de junio la boya de Cabo Begur igualó su máximo histórico con 29,1º y las boyas de Bilbao-Vizcaya, con 23,9º, y Villano-Sisargas, con 19,9º, registraron valores récord para el mes.

La Red Costera de Boyas, más próxima a puertos y playas que la Red Exterior, también ha registrado temperaturas récords para el mes de junio. Así, el organismo estatal ha destacado los 28,8º que obtuvo la boya costera de Tarragona el 29 de junio y los 27,6º que midió la de Barcelona el 30 de junio. A su vez, ha incidido en que las boyas de la cuenca atlántica también han marcado valores máximos.

Big dataA. CruzLa Razón

Otro episodio extremo climático que sacude a España son las olas de calor, también cada vez más frecuentes. Las mediciones de las temperaturas medias anuales en España que recoge la AEMET desde 1961 nos indican que se han incrementado en 1,4º hasta 2024, pasando de los 13,7º a 15,1º. Los tres años más calurosos de este ciclo han sido precisamente los tres últimos: 2022 con 15,4º, 2023 con 15,2º y 2024 con 15,1º. Mientras que la Organización Meteorológica Mundial divulgó que en 2024 la temperatura media del planeta alcanzó los 15,1º, los mismos que España. Comparando el dato mundial de 2024 con los registros de 1880, considerado el inicio de la era industrial, el incremento ha sido de 1,5º.

Las evidencias científicas nos confirman que en los últimos 800.000 años se han sucedido 4 glaciaciones y otros tantos calentamientos. El último ciclo climático arrancó hace 11.700 años, con el fin de la última glaciación y el inicio de un periodo cálido actual que propició el desarrollo de la vida en general y de la humanidad en particular, con el nacimiento de la agricultura y de la ganadería y el fin de la recolección nómada y de la caza de grandes mamíferos, sustituidas por el cultivo de los campos y la domesticación y pastoreo de animales.

El Sol es el principal determinante del clima en la Tierra. Los cambios en las órbitas del planeta en torno al astro rey y la actividad solar repercuten en nuestro clima. Las revoluciones agrícolas vividas en los últimos milenios, con el desvío de cursos de ríos, la deforestación de grandes superficies para labranza y el aprovechamiento de pastos para la ganadería, así como las revoluciones industriales más cercanas en el tiempo, son consideradas por determinados sectores como responsables únicos del cambio climático.

Sin embargo, las variaciones experimentadas por el clima en el último millón de años no pueden ser explicadas exclusivamente por esta teoría que propone el decrecimiento como única forma de frenar el cambio. Obviamente, el decrecimiento en Occidente para favorecer el crecimiento y dominio del mundo por parte de otras potencias orientales que no se aplican a sí mismas las restricciones que nos quieren imponer, y lo grave es que cuentan en Occidente con cómplices muy poderosos y serviles. Las restricciones deben ser asumidas por todas las economías mundiales; de poco sirve que un ciudadano europeo se desplace en bicicleta, consuma energía renovable, se alimente con productos de kilómetro cero, etc., cuando miles de millones de habitantes en amplias zonas de Asia, África y América siguen quemando carbón y petróleo y aseguran, amenazantes y altivos, que lo seguirán haciendo.