Y volvieron cantando

La tiranía periférica

El drama para el presidente del Gobierno y por extensión para todo el país no es otro que la dependencia de cuatro formaciones distintas

Sin unos presupuestos generales para todos los españoles, lo cual obligará a desbloquear más de una medida por la vía del decreto –cosa que, dicho sea de paso no se le da nada mal a este ejecutivo– con unas elecciones autonómicas en el País Vasco a la vuelta de un par de semanas y otras el Cataluña dentro de poco más de un mes, el gobierno de Pedro Sánchez encara una legislatura que dice será completa con más de tres años aún por delante, pero que al mismo tiempo todavía no ha arrancado en términos reales, frente a la encrucijada –por no decir bajo la espada de Damocles– de estar obligado a jugar una partida de billar –francés por supuesto– en la que no basta con una doble ni una triple permanente carambola, sino una jugada a más bandas.

El drama para el presidente del Gobierno y por extensión para todo el país no es otro que la dependencia de cuatro formaciones distintas, que no coinciden entre ellas ni en la intensidad de su reivindicación soberanista, ni en el plano ideológico ateniéndonos a la escala entre izquierda externa o derecha evidente, pero que sí tienen en común tres cosas: la indiferencia –por no decir la beligerancia– frente a la estabilidad del estado y su cohesión territorial, la comodidad frente a un gobierno socialista dispuesto a brindar concesiones que probablemente no afrontaría la derecha en el poder y la necesidad imperiosa de salvaguardar su influencia política –a ser posible ostentando el gobierno– en el ámbito territorial desde el que despliegan su acción política proyectada en forma de chantaje a través de su presencia en el parlamento nacional.

Con la convocatoria de comicios en País Vasco y Cataluña el PSOE ha reparado de manera definitiva en una realidad incontestable como es la imposibilidad de contentar a cuatro socios claves en la gobernabilidad del estado, pero con intereses contrapuestos entre ellos a la hora de jugarse las lentejas. Ahora resulta que la dirección socialista cae en la cuenta y empieza a temerse que Bildu y Junts acaben exigiéndole a Sánchez el apoyo del PSOE en estas dos comunidades históricas tras las elecciones, al mismo tiempo que es el propio PSOE quien aspira a reeditar su coalición con PNV y que ERC le brinde a Illa la posibilidad de gobernar solo en Cataluña, ergo, endemoniada ecuación. Vaya Sánchez afinando el taco de billar.