Escrito en la pared
Trabajadores sobrecualificados
No hay una sobrecualificación diferencial con Europa, sino una proporción alta de egresados mediocres
Una de esas anomalías que sobresalen en el mercado de trabajo español por comparación con otros países europeos, es la elevada proporción de trabajadores ocupados que cuentan con una educación superior. Son en España el 46,4 por ciento, mientras que el promedio de la eurozona está en el 39,0 por ciento. Una diferencia de casi siete puntos y medio, como se colige de las cifras, que es difícil, aunque no imposible, de explicar. Además, hay que anotar que en los últimos años es ese segmento de empleados el que más ha crecido, con lo que se ha afianzado la impresión de que para encontrar un trabajo es cada día más necesario un título universitario. No sorprende, por ello, que el acceso a las universidades sea un asunto que levanta polémicas, como hemos podido comprobar en los últimos días a raíz de la propuesta del PP para unificar los exámenes correspondientes.
Pero no es sólo eso lo más relevante, pues paralelamente al alto empleo de los universitarios nos encontramos con que la tasa de sobrecualificación española es la más elevada de la Unión Europea, de manera que casi un 36 por ciento de esos titulados ocupan puestos que no requieren tales estudios (23,5 por ciento en la eurozona). Así que estaríamos desaprovechando los recursos humanos disponibles. Sin embargo, me permito discutir tal conclusión, principalmente porque considero que desde hace casi quince años asistimos a un deterioro progresivo de los estudios universitarios, de manera que su nivel ha bajado considerablemente. Ello ha sido una consecuencia, sobre todo, de la reducción en los conocimientos exigidos para acceder a ellos, como se colige de los resultados de las pruebas de la EBAU, pues ante unos alumnos cada vez peor preparados, los profesores universitarios han reaccionado en general aliviando los contenidos de sus asignaturas. Como resultado, los alumnos se gradúan en muchos casos con severas deficiencias en cuanto su cualificación. Y naturalmente, en las empresas les contratan para ocupar puestos acordes con ella, cuyos salarios son más bien medianos. No hay, por tanto, una sobrecualificación diferencial con Europa, sino una proporción alta de egresados mediocres. Es claro que las universidades han renunciado al elitismo de otras épocas y, con ello, han menoscabado el capital humano del país.
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