Crítica de cine
Burbujas sin chispa
Cuando Freixenet recurre a las redes sociales para que los consumidores sean los que aporten sus motivos para brindar, pocas dudas quedan de que la publicidad ha cambiado radicalmente. Quizá la culpa es de la crisis, «porque si no éste año el anuncio lo haría alguien con talento», como dice irónicamente uno de los participantes. Aunque parece más lógico que lo que busque la marca sea la frescura improvisada de los consumidores más jóvenes, intentando rejuvenecer lo más posible su imagen para conectar con las nuevas generaciones. Se trata posiblemente del cambio más drástico que puede verse en la publicidad navideña: del superespectáculo brillante y colorido, del brindis apoteósico y musical con alguna estrella de campanillas, a los brindis caseros de la calle escogidos por el director de cine Bigas Luna entre todos los enviados a un concurso realizado en YouTube. Y como tal concurso, con premios de 3.000 euros para los seleccionados y 20.000 para el ganador, Javier Ideami, que parodia el salto estratosférico sustituyendo el Red Bull por una botella de cava. De los 1.646 video-brindis que han participado, la selección que compone el anuncio destaca por sus buenas intenciones y solidaridad: brindis por la igualdad de oportunidades y el afán de superación de unos discapacitados, por la vida y los recuerdos de un enfermo de alzhéimer, por la fantasía de unos niños, por la música de un rapero, por el atreverse a hacer cosas como tirarse en paracaídas, por un viaje mágico, por una recién nacida, por «mis padres», por darle la vuelta a la crisis y verla de forma positiva, por «estar un poco locos»... En resumen, ideas positivas confirmando que «la vida es para celebrarla».
La agencia JWT ya hace unos años arriesgó encargando el anuncio de Freixenet a Martin Scorsese, que rodó un cortometraje en homenaje a Alfred Hitchcock, «La llave secreta». Aquel experimento consiguió numerosos premios publicitarios, pero no pareció funcionar bien en las ventas, y de hecho Freixenet regresó al año siguiente a sus brindis clásicos con famosos. En esta ocasión el anuncio tiene un cierto aire de vídeo casero y mensajes bonitos casi de ONG, por más que empiece y acabe con las burbujas doradas. La sensación es que, por más que la idea pudiera estar bien, el resultado se queda a medio camino entre la frescura, diversión y espontaneidad de los anuncios y parodias caseras que tanto proliferan en YouTube, y el montaje de los spots «profesionales». Como si las burbujas hubieran perdido la chispa y el brillo original de sus famosos, y no hubieran encontrado nuevas alegrías entre sus consumidores.
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