Sevilla

Del dedo al cañín

Durante años la publicidad de las cervezas fue básicamente el reinado del videoclip: una cancioncita acompañando las imágenes pretendidamente divertidas, frescas y atractivas de jóvenes pasándoselo en grande mientras comparten cervezas en ambientes playeros y festivos. Las marcas resultaban casi intercambiables, en un modelo que llegó a su mayor éxito con Estrella Damm y su «Mediterráneamente», con excelentes videoclips y una buena elección de canciones, algunas convertidas en auténticos fenómenos veraniegos.

Afortunadamente, había también otros caminos creativos, como el humor surrealista de Mixta, que comenzó hace ya nada menos que 5 años y que esta temporada presenta nuevo protagonista, «Dedo», tras las aventuras del pato Willix, el sándwich Mixto o el gato chino. Estos anuncios de ínfimo presupuesto pueden hacer más o menos gracia, pero tienen numerosos premios creativos y de eficacia.

Junto al «Dedo», este año llegan otras acciones cerveceras fuera de los clásicos spots. Como Buckler 0,0, que ha montado un curioso bar en un ascensor de un edificio de oficinas para invitar al «Beforework», lo que sería tomarse una caña en medio del trabajo, ya que no tiene alcohol. Claro que es una acción sobre todo para colgar en internet y reírse de las caras de los oficinistas al ver la barra del bar en su ascensor.

Por su parte, Cruzcampo ha erigido un monumento de 6 metros de alto y 11 metros de base con 154 barriles de la marca decorados con las frases que sus consumidores mandaron por Facebook alabando la cerveza. El «monumento» estará en la Plaza de la Encarnación de Sevilla hasta el 22 de julio, y pesa más de 10.000 kilogramos.

Pero la campaña más peculiar del verano la protagoniza Mahou Sin, empeñada en lograr el difícil propósito de introducir una nueva palabra en los bares: que la gente pida un «cañín» cuando quiera beber una caña de Mahou sin alcohol. La palabra suena bastante mal por sí sola, pero como además la campaña se empeña en buscar todo tipo de rimas fáciles y tontorronas terminadas en «in», todo recuerda a esa antiquísima publicidad empeñada en conseguir la memorización a base de la repetición. Incluso han creado un juego interactivo de rimas. Quién sabe si tendrá éxito y la gente terminará pidiendo «cañines»; pero la verdad es que, puesto a inventar palabros, lo podían haber trabajado algo más y haber inventado una que sonase mejor.