Elecciones en Francia
Entre Le Pen y Mélenchon: cómo hundir a Francia... y a Europa
Juan Ramón Rallo
Hoy se celebra la primera vuelta de las elecciones presidenciales francesas. Cuatro son los candidatos que cuentan con opciones de pasar a la segunda vuelta y, por tanto, de convertirse en los próximos mandatarios de nuestro país vecino: Emmanuel Macron, François Fillon, Marine Le Pen y Jean-Luc Mélenchon. Los dos primeros se inscriben dentro del consenso socialdemócrata que ha regido en Francia, y en el conjunto de Europa, durante las últimas décadas, acaso ubicándose Fillon en una posición algo más reformista y liberalizadora que Macron; los dos segundos son, en cambio, los exponentes de la peor tradición continental europea: la extrema izquierda y la extrema derecha.
Tanto Mélenchon como Le Pen abogan por una expansión del gasto público en todos los frentes –gasto social, gasto en infraestructuras, gasto en renacionalizaciones–, financiado por subidas salvajes de impuestos sobre cualquier fuente de riqueza que exista. Tanto Mélenchon como Le Pen pretenden disparar el endeudamiento público para financiar la aprobación de programas de estímulo keynesiano al estilo del Plan E de Zapatero (si bien a mucha mayor escala). Tanto Mélenchon como Le Pen defienden aislar a Francia de la competencia extranjera, ya sea bloqueando la entrada de capitales o mercancías exteriores (Mélenchon) o de mercancías, capitales y trabajadores foráneos (Le Pen). Tanto Mélenchon como Le Pen reniegan de la globalización y pretenden fomentar, vía subvenciones, devaluación y planificación estatal, la ineficiente producción autóctona. Tanto Mélenchon como Le Pen defienden inundar con crédito barato a la economía francesa para volver a generar cuantas burbujas sean necesarias para aparentar una falsa prosperidad en el corto plazo.
En definitiva, tanto Mélenchon como Le Pen venden populismo pauperizador: son dos políticos populistas que aspiran a llegar a la presidencia sobre los hombros de la demagogia, de la propaganda, de la confrontación y del maniqueísmo. Pero justamente por su retórica tramposa, no solamente constituyen una amenaza para Francia, país al que dejarían hecho un solar económico, sino también para el conjunto de Europa. Tanto Mélenchon como Le Pen son conscientes de que su programa es frontalmente incompatible con las normas fundamentales de la Unión Europea: que el Pacto de Estabilidad y Crecimiento les impide sobreendeudarse; que los estatutos del Banco Central Europeo proscriben que éste se convierta en una marioneta inflacionista en manos del político manirroto de turno; que las cuatro libertades básicas de la Unión Europea prohíben cualquier restricción a la libertad de movimientos de mercancías, servicios, capitales y personas dentro de las fronteras continentales. Y sabiendo todo eso, también son conscientes de que la única forma de que su programa no caiga en saco roto desde el primer día es saliendo de la Unión Europea y rompiendo con el euro.
No por casualidad, ambos candidatos llevan en sus programas diversas estratagemas para romper con la UE y recuperar la «soberanía monetaria» que les proporcionaba el franco. He ahí el gran riesgo que representan ambos candidatos para el resto de países europeos: los dos buscan acabar con la moneda única, restablecer las barreras comerciales e impagar (con quitas o con inflación) la deuda pública francesa que se halla presente en los balances de todas las entidades financieras europeas. La victoria de cualquiera de los dos no augura sólo malos tiempos económicos para Francia, sino también para el conjunto del continente.
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