Represión en Venezuela
Fin del laberinto
En las elecciones celebradas el 6 de diciembre, el régimen chavista fue tumbado democráticamente con una amplísima mayoría de votos. Y todo esto ocurrió pese a la presión intimidatoria de gentes con capacidad de violencia y pese al patente control social realizado desde la red clientelar que ha ido devorando por dentro los sueños y promesas con que llegaron al poder en 1999
La Organización de Estados Americanos hizo públicas sus recomendaciones para Venezuela el pasado día uno de junio. Entre ellas cabe resaltar la necesidad de que se desarrolle el referéndum revocatorio sobre el presidente actual, Nicolás Maduro, así como la liberación de los presos políticos y la necesidad urgente de acometer acciones que garanticen el acceso a los alimentos y la salud para una sociedad que sufre una crisis humanitaria de magnitudes históricamente desconocidas en el país.
En las elecciones celebradas el 6 de diciembre, el régimen chavista fue tumbado democráticamente con una amplísima mayoría de votos. Y todo esto ocurrió pese a la presión intimidatoria de gentes con capacidad de violencia y pese al patente control social realizado desde la red clientelar que ha ido devorando por dentro los sueños y promesas con que llegaron al poder en 1999, casi 20 años atrás. Y es que la gente no soporta más la incompetencia de lo que Maduro representa. Los pobres lo son más que en 1998. Las tasas de homicidios se han multiplicado por diez, llegando a ser de las más altas del planeta.
La mayoría parlamentaria saliente de las elecciones ha debido encarar desde entonces todos los trucos del poder para seguir manteniendo en prisión a Leopoldo López y otros líderes políticos o estudiantes democráticos. Según cifras del Foro Penal Venezolano, desde que iniciaron las protestas contra el Gobierno de Venezuela en febrero de 2014, se han registrado 77 «presos por motivos políticos», entre ellos 28 por manifestarse, dos por rebelión civil y 19 por rebelión militar.
Entre ellos se encuentra Leopoldo López, sentenciado el 10 de septiembre a 13 años y 9 meses de cárcel por, supuestamente, instigar la violencia en una marcha opositora en febrero de 2014; Antonio Ledezma, alcalde de Caracas entre 2008 y 2015 o Daniel Ceballos, ex alcalde de San Cristóbal.
Resulta admirable la tenacidad democrática extraordinaria con que estas personas hacen frente a un proceso de cambio trufado de trampas desde el poder. Desde el Gobierno no asumen que su tiempo ha terminado y que están haciendo daño a la gente a la que dijeron que defenderían.
El 2 de mayo se entregaron más de un millón de firmas para poner en marcha un referéndum revocatorio del actual presidente, Nicolás Maduro. Es un mecanismo legal que existe en la Constitución venezolana y que debe cumplirse, puesto que no es una opción, sino un derecho.
Pese al miedo, han dado la cara para intentar pasar la página de la escasez y el miedo, por sus hijos. Sin embargo, la revisión del tanto por ciento de las firmas necesarias para ponerlo en marcha es un depurado y surrealista ejemplo de marear la perdiz. Ya llevan un mes de retraso y el Consejo Nacional Electoral juega al gato y al ratón para no reunirse con la Mesa de Unidad Democrática y poner en marcha el referéndum.
Se trata, claro, de una táctica dilatoria esencial para Nicolás Maduro. Puesto que si el régimen chavista consigue retrasar el referéndum a fechas posteriores a 2016, no habría posibilidad de llamar a unas nuevas elecciones presidenciales, sino que, habiéndose cumplido cuatro años de gobierno de Maduro, un vicepresidente del régimen terminaría el mandato y la agonía de la población venezolana continuaría.
Además, no parece casualidad que sea en este momento cuando Maduro tantea supuestas iniciativas de diálogo, para jugar al chantaje moral, valiéndose de la diplomacia exterior. Maduro enreda para ganar tiempo y ver si la oposición se cae o comete errores, sin dejar de indicar que desea que la oposición democrática «cese en su actitud golpista» en una actitud de delirio victimista.
En el último requiebro del laberinto de las mentiras, Nicolás Maduro acaba de realizar un golpe de efecto para confundir, permitiendo al ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero visitar en la prisión de Ramo Verde al preso político Leopoldo López, acompañado de uno de los hombres de confianza del régimen chavista. Sin conocimiento de la familia, perpetrado para iniciar el guión de un chantaje moral retransmitido para el interior y exterior de Venezuela.
El diálogo y la aparición de agentes internacionales llenos de buena voluntad puede ser una excusa para «estirar la arruga», como acertadamente señala el intelectual venezolano Óscar Lucien. La supuesta acción diplomática para seguir pudriendo la situación de Venezuela.
Mirar cara a cara el problema es el principio de las buenas narrativas políticas. El régimen venezolano no da más de sí y se resiste a dejar paso a la mayoría que lo ha derrotado en las urnas. Venezuela necesita encarar el futuro y sólo podrá hacerlo dando la posibilidad democrática y constitucional de jubilar al presidente actual, concitando urgentemente ayudas exteriores para afrontar la crisis humanitaria, superando la ira y la tentación de la revancha entre facciones ideológicas... sabiendo que Maduro se resistirá como gato panza arriba y que una opinión pública española dividida le fortalecería moralmente.
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