Francisco Nieva
Invitación al sufrimiento
Hay en el mundo sujetos muy bien remunerados por invocar el sufrimiento como fuente de distracción y esparcimiento: novelistas, dramaturgos, cineastas y poetas
Yo siento y pienso cuando escribo. No puede ser de otro modo. La imaginación no descansa, es un perpetuo surtidor. La imaginación nos esclaviza. Solo nos libramos de la imaginación imaginando ilusoriamente que, en efecto, nos liberamos. Y todo es imaginación. ¿Pero tal es la realidad? Yo creo que la realidad es siempre dolorosa. Aunque parezca increíble, yo tengo recuerdos de cuando vine al mundo. Todo era doloroso en la mundana realidad: el aseo, el fregoteo, la envoltura, la vestimenta que paraliza dolorosamente. Todo le duele al niño, hasta que se le ofrece el pecho materno y nutriente. Calla por algún tiempo, hasta que se lo retiran y vuelve a sentir la tortura de la realidad, la temperatura, el aire del tiempo. La cuna es una mazmorra, un cadalso infantil. Son múltiples y son infinitos los sufrimientos de la cuna. El adulto tiene esa dolorosa experiencia que lo hizo hombre, sufrió mucho sin hacerlo consciente. No hay mayor sufrimiento que el de un niño impotente. Es la condenación, es la cárcel. El hombre ya ha bajado a los infiernos, y los recuerda en momentos de intenso sufrimiento. Ya fue un condenado en su infancia.
Soy muy sensible en todo lo que toca al mundo terrible de la infancia, en la que se sufre de la máxima humillación de ser un ente indefenso. Todo cuanto hagamos es poco para paliar el sufrimiento y la desprotección infantil. El visionario novelista inglés Charles Dickens nos procuró imaginarios miradores sobre la desdichada infancia de su tiempo. Abrió una puerta a la piedad y, en recurso contra el servilismo infantil, fustigó la insensibilidad general de su tiempo, el trabajo en fábricas de los niños, su explotación hasta el agotamiento.
En la realidad, vivir es sufrir. Imaginemos un ejemplo al que identificarnos fácilmente: un sujeto comienza a despertar de un apacible sueño y, poco a poco, toma consciencia de su realidad cotidiana. En realidad, sufre de un prognatismo agudo, un excesivo desarrollo de su maxilar inferior, defecto físico que estigmatiza a la dinastía de los Austria desde el emperador Carlos V hasta Carlos II, el Hechizado. Es imponderable lo que ha sufrido por esta causa. En su infancia precisamente, en la escuela, el rechazo de niños y maestros. Es factible una operación, difícil y costosa. Empleó mucho tiempo en informarse y muchas dudas en decidirse. En suma, muchos años de sufrimiento, muchas tristes y desagradables anécdotas de sexual rechazo de la mujer al hombre deforme. Lo cual, le hizo pensar en el suicidio, en terminar voluntariamente con su desdicha. Así imagino con empatía esta circunstancia, la de despertar cada mañana en el corredor de la muerte, o poco menos. ¡Y quien descubre que su pareja le está engañando impunemente, el sujeto al que le van creciendo los cuernos a medida que va despertando! Y todo lo que de ello se deriva: la posibilidad de un divorcio, abogados, obligatorias pensiones y gravámenes... De nuevo el infierno de la realidad insoportable. Se explica bien que sea un imaginativo dramaturgo, que intenta conmover imaginativamente.
Hay en el mundo sujetos muy bien remunerados por invocar el sufrimiento como fuente de distracción y esparcimiento: novelistas, dramaturgos, cineastas y poetas. En el siglo XVIII hasta llegó a ponerse de moda la comedia llorona, por inspiración de Kotzebue –«Misantropía y arrepentimiento»–.
No sé cómo terminar chistosamente esta divagación. Bien recuerdo a una muchachita de mi familia que decía: –«A mí me gusta mucho el cine, sobre todo las películas de llorar. Esto es lo que más prefiero. No me invites al cine si no es para ver una buena película de llorar. Lo paso muy bien y luego duermo muy feliz, tal que una dichosa marmota. Y así paso el día muy alegremente y deseando volver al cine, para llorar como es debido».
–«¡Estupendo! Pues sigue llorando satisfactoriamente y a tu gusto, que bien lo mereces».
–«Aunque haya nacido en Cataluña, soy muy humana».
✕
Accede a tu cuenta para comentar