Alfredo Semprún

Mali: una larga guerra en perspectiva

En la madrugada del pasado viernes los islamistas volaron el puente de Tassinga, sobre el río Níger, cortando la RN17 que enlaza la frontera nigerina con la localidad de Gao, fuertemente bombardeada desde el jueves por la aviación francesa. Dos personas, que viajaban en un automóvil, resultaron muertas al despeñarse el vehículo. Se temía que hicieran lo mismo con el puente de Wabaria, al sur de la ciudad. Es un golpe estratégico importante porque va a retrasar el avance de las tropas chadianas y nigerinas hacia el norte de Mali. No habrá, pues, maniobra de tenaza que impida a los guerrilleros islamistas retirarse hacia la seguridad de las montañas. Los escasos datos que llegan del frente de batalla revelan lo previsto: los islamistas no están dispuestos a dejarse abrasar impunemente desde el aire y han renunciado a presentar combate frontal allí donde domina la aviación gala. Muchos guerrilleros han trocado sus uniformes por ropas civiles y tratan de mezclarse entre la población. Es una táctica eficaz que augura largos años de guerra y muchas víctimas inocentes. Porque el Ejército maliano no se anda con miramientos. Todos tienen en la memoria la matanza de Aquelhoc, ocurrida hace justo un año, cuando los islamistas degollaron a los soldados, una treintena, que se habían rendido. En Sévaré, recién liberada, pero bloqueada a la Prensa, un reportero de Reuters ha conseguido colarse y ha contado seis cadáveres: tres, quemados y a medio enterrar, junto a la estación de autobuses; los otros tres, arrojados a un pozo. Los testimonios son coincidentes: fueron fusilados por los militares sin formación de causa, acusados de colaborar con los integristas. Ser árabe o tuareg en esta zona no abriga nada bueno, más si tienes barba. Hay noticias similares en Mopti. El mismo viernes, el general norteamericano Carter Ham, jefe del Comando militar de Estados Unidos en África, encargado de entrenar a los soldados malienses, se preguntaba qué habían hecho mal. Durante años han formado e instruido a un Ejército que se desmoronó al primer choque con el enemigo y que, para más inri, acabó por dar un golpe de Estado. Al capitán Amadou Sanog, que encabezó la rebelión, le tuvieron a pan y cuchillo durante más de un año en Washington. Podríamos añadir que, también, fusilan sin juicio. Harán bien los franceses en tenerlo en cuenta porque los islamistas han dejado el norte del país sembrado de ansias de venganza. Demasiadas manos cortadas, demasiadas lapidaciones para ser olvidadas.

El frente exterior también se complica. Las cancillerías occidentales han pedido a sus ciudadanos que abandonen Bengasi, en Libia, a toda prisa porque hay indicios de que los «alqaidos» preparan un atentado espectacular y las Fuerzas de Seguridad locales se han demostrado incapaces de garantizar el orden, como pudo comprobar a sus expensas el asesinado embajador de los Estados Unidos, víctima, junto a otros tres funcionarios, de una operación de venganza por la muerte de Bin Laden, perfectamente planificada por un grupo de Al Qaeda. En Libia operan varias milicias islamistas, entre ellas las de Moktar Belmoktar, el «cerebro» de la fallida operación en Argelia, con un perfil más comercial que de matarife. Parece que, pese a los comunicados oficiales, lo de la planta de In Amena, además de una carnicería, fue un error del comando integrista. Su objetivo era capturar a los ocupantes occidentales que viajaban en periodo de descanso a bordo de un autobús. Pero los vigilantes de escolta se batieron bien –murió uno de ellos, argelino, y un trabajador británico– y frustraron el secuestro. El grupo se dirigió entonces hacia la planta para enmendar el error, en lo que fue una improvisación fatal. Los testimonios coinciden: durante los primeros momentos, los integristas trataron de requisar los vehículos de servicio de la BP para huir con los occidentales capturados. Pero no encontraron suficiente gasolina ni medios para transportar agua y abastecimiento. El retraso permitió la llegada de las tropas argelinas, que reaccionaron con rapidez y bloquearon cualquier salida. El resto es conocido. Aún hay muertos sin identificar.