Damasco

McCain se trae de Siria la lista de la compra

El senador estadounidense John McCain se ha introducido en Siria y ha mantenido entrevistas con una docena de comandantes rebeldes. Sus conclusiones son claras: la insurrección necesita urgentemente armamento antiaéreo y contracarro. Sabe de lo que habla. Piloto de cazabombardeo en Viet Nam, fue derribado sobre Hanoi, por un misil, en octubre de 1967. Prisionero, aguantó los interrogatorios y todavía hoy tiene secuelas de su estancia en el «Hanoi Hilton», la célebre prisión militar vietnamita. Es, pues, un tipo bragado y no es difícil imaginarle atravesando clandestinamente la frontera desde Turquía para reunirse con la rebelión y echarle un vistazo a las condiciones del campo de batalla. Otra cuestión, y no baladí, es si su diagnóstico político está a la altura de su valor personal. Ahora que aún combatimos en Afganistán, batalla eterna sin esperanza de victoria, conviene recordar la vieja historia de los Stinger, un misil antiaéreo portátil norteamericano muy eficaz, con el que los mujaidines afganos consiguieron contrarrestar la superioridad aérea soviética. Los rusos perdieron más de 300 helicópteros a manos de los «Stinger» y, a la postre, tuvieron que retirarse. Luego vino lo que ya sabemos, incluso lo de aquella niña a quien los talibanes amputaron los dedos de una mano porque se había pintado las uñas de rojo, y la desesperada búsqueda de la CIA de los «Stinger» sobrantes, que los guerrilleros afganos habían vendido en el mercado negro. Hubo que recuperarlos uno a uno, a precio de oro. Ahora, McCain se vuelve de Siria con la lista de la compra que, por supuesto, incluye los nuevos modelos de «Stinger», mucho más letales; misiles contracarro del tipo «dispara y olvida», equipos de visión nocturna, radiocomunicaciones encriptadas y morteros pesados con cabezas múltiples. Lo mínimo que se requiere para enfrentarse a las unidades acorazadas sirias, apoyadas por la artillería y la aviación. «No se puede luchar contra un tanque con un AK-47», ha sentenciado McCain, convencido de que el Ejército de Asad está ganando la guerra civil. El problema está en la trazabilidad de las armas. Es decir, cómo impedir que un armamento por el que los chicos de Al Qaeda venderían a su madre llegue a sus manos. Es inútil engañarse. La mayor parte del peso de la batalla en el lado rebelde lo llevan los islamistas de Al Nursa, que juraron pública fidelidad a Al Qaeda el pasado mes de abril. Son ellos los que reciben, instruyen y envían al combate a los centenares de voluntarios suníes que acuden a Siria desde todas las comunidades musulmanas del mundo, desde Chechenia a Estados Unidos. Son los que ponen los coches bomba en Damasco, los que ejecutan a los prisioneros, degüellan civiles y se aseguran de que el odio haga imposible cualquier acuerdo con los herejes y ateos. Los mismos que han reactivado la guerra sectaria en Irak, que sólo en el mes de mayo se ha cobrado un millar de muertos en atentados brutales contra mercados y mezquitas. Aterroriza la idea de que un misil «Stinger» en poder de estos tipos se active en la senda de planeo de un aeropuerto internacional. Porque de la otra opción, la que se adoptó en Libia de establecer una zona de exclusión aérea y dar apoyo directo a los rebeldes, ni Obama ni Moscú quieren hablar. Pero el tiempo, por lo que dice McCain, corre a favor de Asad.